Testimonio Camino de Santiago

Después
de un trimestre duro, una última semana de poco dormir y mucho estudiar, el
plan de estar en casa en Semana Santa era magnífico. Además tenía un torneo de
fútbol; por eso, cuando me dieron el folleto en clase del Camino, como que ni
se me pasó por la cabeza.

Más
adelante, mi madre hace una propuesta descabellada: -“Javi, ¿por qué no vas al
Camino? Va a estar muy bien y además va a ir fulanito” –“Pues que se divierta
fulanito, mamá” El caso es que una semana después, yo estaba en el coche camino
de Tui para empezar el Camino de Santiago.

Al
llegar me sentía bastante indiferente, pero al acabar los juegos, en la
oración, ya hacía tiempo que no tenía esa sensación de hablar con Dios de
verdad. El grupo era tan genial, que en breves ya se conocía a todo el mundo.
Lo mejor es que además de ser gente tan maravillosa, podías hablar de algo que
hoy en día no está nada de moda: de Dios. Cuentas tus experiencias, y la gente
cuenta las suyas y te vas dando cuenta de que hay algo más en la vida que eso
de disfrutarla al máximo, te das cuenta que el enigma de por qué todo, la
respuesta es Dios, y eso te hace feliz pase lo que pase.

Lluvia,
barro, lluvia, duchas frías, lluvia, dormir en el suelo, lluvia, dolor en los
pies y lluvia; sensaciones que son molestas, pero con el grupo y Dios, más que
otra cosa era disfrutarlas. El único defecto al Camino es que se hizo corto,
despedirse de algo tan maravilloso el domingo, fue realmente emocionante.

Esos
momentos fantásticos fueron los de oración, compartir y hablar de Dios u otras
cosas también importantes y cuando íbamos cantando por la calle con pinta de
guiris, que era bastante simpático.

El
consuelo que nos quedó al acabar fue decir: “Para el año repito”; y yo se lo
recomiendo a cualquiera que quiera vivir de una forma feliz, y que busque ser
feliz, Dios es un buen camino.

Javier
García Pereira (15 años)

Santiago
de Compostela