No era la primera vez que asistía a ULELN, pero sí como centinela. No iba con la intención de compartir mi fe con nadie, y menos aún de anunciarla… ¡Qué pensarían de mí todos aquellos que me conocen o que tuviesen intención de hacerlo!, y mucho menos propósito tenía en rezar…algo tan aburrido y que llevaba tanto tiempo sin hacer. Así que fui, muy bien no sé para qué, simplemente por tener una experiencia más en la vida.
Aquella tarde llegábamos con retraso y yo ya me temía lo peor, pero la pedazo merienda que nos esperaba nada más entrar hizo cambiar mi pesimismo. El rato de oración que inauguraba el trabajo de los centinelas (en potencia o en acto) me dejó muy sorprendida, rezaban de una forma muy diferente a lo que yo solía hacer, y por un momento pensé: “Carmen, ¿Dónde te has metido?”, pero luego los bonitos y pegadizos cantos, la entretenida charla de Javi, y de nuevo el tiempo libre acompañado de un picoteo volvieron a calmar mi desconfianza. Más tarde nos estuvieron explicando a los centinelas principiantes como yo en qué consistía ser centinela, que era ULELN, cuál era la función de cada ministerio…y me volví a preguntar: “Carmen, ¿Dónde te has metido?”. Así que le dije a una de las organizadoras que por favor me colocase en el ministerio de intercesión: pasaba menos trabajo y encima nadie se enteraba de lo que estaba haciendo. Unos me preguntaron si estaba loca, y otros de que si estaba segura, que eso era también un trabajo complicado, pero yo, cerrada en mí misma, no di marcha atrás.
Cenamos, y con la misma nos fuimos a la iglesia de la Peregrina a prepararlo todo (tanto el contenido de la iglesia como el de nuestro corazón) para la gran noche que nos esperaba. Comenzado ese momento de intimidad con Jesucristo exclusivo para los centinelas sentí un gran acogimiento y cariño que no encontraba en la iglesia hacía meses, y, aunque temerosa, estaba dispuesta a todo aquello que antes negaba: compartir mi fe con los demás, y sobre todo rezar y rezar hasta que el mejor mensaje de amor de esta navidad (es decir, Dios) llegase a todo el mundo. Pero eso sí, que yo pudiese verlo (y ese es el problema que me acompañó durante toda la noche), a pesar de que algunos de los organizadores nos repitiesen una y otra vez: “El único responsable de lo que suceda esta noche es Él (señalando al Santísimo que estaba expuesto), nosotros simplemente somos humildes intermediarios”.
El templo se abrió y con él la labor de cada uno. La mía era interceder por la evangelización, por el proyecto ULELN, sobre todo por los centinelas, en especial por Luís y María, quienes, entre otra gente, tuvieron la valentía de salir a la calle a contarle a la gente que en esta noche Jesús les esperaba impaciente allí en la iglesia, y tenía mucho que ofrecerles.
Yo no sabía cómo ni qué empezar a rezar, así que me decanté por todos los tipos de rosarios que conocía, y media hora después entraron algunas personas, así que me vine arriba totalmente y seguí rezando. Más tarde llegaron muy preocupados mis centinelas, comunicándome que aquello era más complicado de lo que parecía y que necesitaban más oración, así que me puse las pilas, pero mucho no duré porque una hora después aún no había entrado nadie y pensé que mi trabajo era en vano, recé un poco pero pronto me dejé llevar por el cansancio y hasta por el sueño. A punto de pegar ojo, Luís y María, unos de mis mayores soportes en esa noche, volvieron a pedirme oración, “¡Nos ha sucedido algo increíble!”, dijeron, “Sigue así, ¡Ánimo!”. Eso me impulsó completamente y tiempo después entraron varias personas, se acercaron hasta donde les esperaba Jesús e incluso alguna se confesó. Me puse muy contenta y, mirándole a Él allí expuesto le dije: “Menudo trabajazo has hecho esta noche…¡Gracias!”. El tiempo de evangelización “había terminado” y, lo hicimos de nuevo con un rato de intimidad con Jesucristo. Después llegó el momento de recuperar fuerzas: chocolate caliente con dulces acompañado de testimonios, sobre todo de risas y más risas.
Después de todo lo escrito puedo decir que aunque fuese sólo por tener una experiencia, ¡ha sido genial!. He aprendido lo importante que es la oración como verdadero camino para encontrarse y conocer a Jesucristo, y sobre todo, como signo de amor y paz que todo ser humano buscamos. El rezar por los demás ha sido algo que me ha transmitido mucha paz, y que me ha hecho encontrar mi sitio. Espero que esta no fuese la primera y última vez como centinela, y confío en que el trabajo de todos los centinelas cumpliese eso que nos pedía este verano en Cracovia el Papa Francisco: “Dejar huella de la obra de Dios en la vida del otro”.