Supongo que todos necesitamos alguna vez una cura de humildad y esta Una Luz En La Noche (ULELN) fue la mía.
Hace tres ediciones, yo salí a la calle con un compañero y nuestro intercesor nos contó cómo nuestra misión era como la del sembrador (echar la semilla), pero que solo Dios decidía en qué tipo de terreno caería cada una de ellas. En esta ocasión, yo se lo conté a la pareja por la que intercedía y pareció ayudarles, ya que salieron con energía a la ciudad; pero se toparon de bruces con ella: malas contestaciones, ignorancia, indiferencia, a veces incluso agresividad,… Desubicación, en definitiva: esta no era nuestra ciudad habitual y nos costaba salir de nuestra zona de confort.
Por mi parte, tampoco lo estaba pasando demasiado bien: estaba cansada del fin de semana y me podía el sueño, me dolía todo, me daban escalofríos, mis preocupaciones no se me iban de la cabeza aunque intentaba dejarlas de lado y centrarme en mi labor. Sé que conseguimos llegar a bastante gente, la gente de acogida no paraba; pero mi sensación al final de la noche era de fracaso porque no había conseguido vencerme a mí misma y darme a Dios para cumplir la misión que Él me había encomendado.
Alguien me dijo al día siguiente que Dios prefiere que le demostremos nuestra valía en las situaciones difíciles porque las sencillas no tienen tanto mérito. No puedo evitar decir que no estoy del todo de acuerdo: a mí me parece que la complicación de la situación no es tan significativa, sino nuestra capacidad de entregarnos a la hora de afrontarlas. A Dios no le vale que le seamos fieles a medias porque hoy me va mejor o peor, porque hoy estoy más preocupada o menos, porque estoy más cómoda en un lugar que en otro. Con Dios es O TODO O NADA.