Personalmente, creo que no hay sensación más gratificante que la de saber que ésta convivencia, que compartimos con otros tres millones de personas, está guiada, quizá, por la misma necesidad de búsqueda de respuestas, y sobre todo, por la misma fe, así como ver que realmente hay juventud y nuevas generaciones en nuestra Iglesia.
Quizá no sea tan bicho raro como creía al principio.
De toda la experiencia me quedo sin duda con los momentos de compartir, tanto con las familias de acogida como con el resto de peregrinos. En esos momentos fue cuando de verdad me di cuenta de que Jesús estaba ahí conmigo, presente en cada una de las personas con las que viví esta JMJ.
Gracias a Dios por elegirme y enviarme a formar parte de este viaje, y gracias a cada uno de los que viajaron conmigo porque aprendí que cada persona tiene algo distinto que enseñarte.
Ana