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En alguna ocasión, hace tiempo, había oído hablar de “Una Luz en la Noche”, pero lo que nunca logré imaginar es que alguna vez llegaría a participar en ella. Gracias a una compañera me animé a ir a Orense, y puedo llegar a decir que ha sido una experiencia muy enriquecedora para mi vida espiritual.
Durante la explicación previa de la tarde, mientras meditaba lo que se nos iba diciendo, se me hacía muy difícil llegar a pensar que realmente ULELN habría de dar los frutos que dio. Me sentí como el apóstol Tomás, hasta que no vi la manifestación de Jesús Resucitado en medio de todos nosotros, tanto en los que participamos como en todos aquellos que se acercaron a la Iglesia, no pude llegar a decir: “Señor mío y Dios mío”, y mientras en mi interior, ante Jesús Sacramentado, resonaban sus palabras: “No seas incrédulo sino creyente”.
De mi experiencia en esta noche quiero destacar varios momentos: el primero de ellos fue aquel en que escuché mi nombre para salir a la calle (pues mi deseo era permanecer en la Iglesia intercediendo ante el Señor por los que salían), pero quedó muy claro que “sus planes no son nuestros planes”. Obediente a Él, me coloqué de rodillas junto con mi compañera de salida y con nuestro intercesor a escasos centímetros de la custodia para recibir la bendición. Fue un momento de gracia para mí, porque sentí su voz que decía: “¡Ánimo, no tengas miedo! Ve y proclama la Buena Noticia”. Y con tal disposición salí a la calle a anunciar la invitación de Jesús a todos aquellos con los que me encontré en la Plaza Mayor.
El segundo momento que quiero destacar fue el encuentro con un joven inglés al que invitamos a tener un momento de oración con Jesús. En un principio su reacción fue de rechazo, pues decía ser protestante y además no comprendía por qué llamamos a Jesús Hijo de Dios, si, supuestamente, todos somos como Él: hombres y además hijos de Dios. Tras un breve diálogo con él en el que se le hizo ver que, efectivamente, todos somos hijos de Dios y Jesús es nuestro hermano, que está resucitado y que siempre nos espera, decidió acudir a la Iglesia. Más tarde, a última hora tuvimos la alegría de encontrarnos con él a la salida de la Iglesia y poder escuchar de sus labios lo positivo que había resultado su reencuentro con Dios. ¡Tanto fue así que nos preguntó si el domingo volveríamos a estar allí para poder acogerlo!.
Otra experiencia a destacar fue la de un chico que, en un principio se negó a ir, diciendo que prefería ir a casa a dormir, puesto que no entendía el sacrificio de Jesús en la cruz por todos cuando en realidad siempre hubo personas que se sacrificaron por sus hermanos y pasaron al anonimato. Precisamente, le dijimos, en Jesús Resucitado están todos aquellos que han dado su vida por los demás; no tardó más de diez minutos en regresar a la plaza y preguntarnos dónde quedaba la Iglesia de Santa Eufemia.
Podría contar otros muchos momentos en los que he podido comprobar la mano misericordiosa de Dios tocando el corazón de esta gente tan necesitada de Él.
Doy gracias a Dios por haberme hecho sentir durante un par de horas instrumento de salvación para algunos de nuestros hermanos y le pido que siga manifestando su LUZ en medio de tanta oscuridad.
Vicente Pérez