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Esas fueron algunas de las
palabras que Adrio, delegado de juventud de la Diócesis de Lugo nos dijo aquel
sábado por la mañana. Parece algo obvio eso de “no vais solos”; evidentemente,
decenas de jóvenes nos habíamos reunido en Chantada para compartir nuestra fe.
Pero Adrio tenía razón. No íbamos solos.
palabras que Adrio, delegado de juventud de la Diócesis de Lugo nos dijo aquel
sábado por la mañana. Parece algo obvio eso de “no vais solos”; evidentemente,
decenas de jóvenes nos habíamos reunido en Chantada para compartir nuestra fe.
Pero Adrio tenía razón. No íbamos solos.
Alguien me dijo que aquel
sábado estábamos a más de 30º y con esa temperatura subimos cinco km de cuesta
con un sol abrasador, sin apenas sombra bajo la que resguardarnos. Una hora y
poco después había alcanzado la cima del monte Faro, al lado de dos de mis
chicos de 14 años. Era la primera vez que iba como responsable de un grupo de
menores, a mis 18 años (¡quién me lo iba a decir!); solo podía pensar en una
cosa “Señor, por favor, que volvamos los ocho que venimos enteros y sin daños
colaterales”.
sábado estábamos a más de 30º y con esa temperatura subimos cinco km de cuesta
con un sol abrasador, sin apenas sombra bajo la que resguardarnos. Una hora y
poco después había alcanzado la cima del monte Faro, al lado de dos de mis
chicos de 14 años. Era la primera vez que iba como responsable de un grupo de
menores, a mis 18 años (¡quién me lo iba a decir!); solo podía pensar en una
cosa “Señor, por favor, que volvamos los ocho que venimos enteros y sin daños
colaterales”.
Podría empezar a hablar de cómo
fue todo paso por paso, desde las 16.00 de la tarde del viernes hasta las 22.45
de la noche del sábado cuando todo terminó para mí y para el grupo, pero la
verdad es que sería interminable y puede que un poco aburrido. Sin embargo, de
esas casi 48 horas de aventura, me quedo con una cosa: la sonrisa que iluminaba
el rostro de mis seis chavales y el de los demás.
fue todo paso por paso, desde las 16.00 de la tarde del viernes hasta las 22.45
de la noche del sábado cuando todo terminó para mí y para el grupo, pero la
verdad es que sería interminable y puede que un poco aburrido. Sin embargo, de
esas casi 48 horas de aventura, me quedo con una cosa: la sonrisa que iluminaba
el rostro de mis seis chavales y el de los demás.
Todo fue muy intenso, muy
rápido. Para mí, hubo montones de momentos super emotivos: el musical, la
oración de la noche, la subida, el concierto… Más y más lágrimas. Aun así, me
di cuenta de que realmente no estaba sola, de que ninguno de nosotros lo
estaba, y en cada sonrisa podía apreciar la gloria de Dios acompañándonos,
dándonos fuerza, abrazándonos y sanando las heridas de todos.
rápido. Para mí, hubo montones de momentos super emotivos: el musical, la
oración de la noche, la subida, el concierto… Más y más lágrimas. Aun así, me
di cuenta de que realmente no estaba sola, de que ninguno de nosotros lo
estaba, y en cada sonrisa podía apreciar la gloria de Dios acompañándonos,
dándonos fuerza, abrazándonos y sanando las heridas de todos.
Por ello, lo que me llevo de
toda esta aventura, no son solo amigos, no son solo recuerdos, ni tampoco las
maravillosas voces y testimonios de los Peregrinos de María, sino que me lo
llevo a Él, a Dios. Me llevo su presencia a mi vida una vez más, para seguir
caminando junto a Él en lo bueno y en lo malo.
toda esta aventura, no son solo amigos, no son solo recuerdos, ni tampoco las
maravillosas voces y testimonios de los Peregrinos de María, sino que me lo
llevo a Él, a Dios. Me llevo su presencia a mi vida una vez más, para seguir
caminando junto a Él en lo bueno y en lo malo.
Solo puedo decir GRACIAS SEÑOR por no dejarme ir sola.
Carol Buceta (18 años)
Pontevedra