¿Por qué mayo es el mes de la Virgen?

por obradoiros


Mayo
el mes de la Promesa
¿Por
qué elegimos mayo como el mes en el que ejercitamos una devoción especial a la
Bienaventarurada Virgen María?
La
primera razón es porque es el tiempo en el que la tierra estalla en tierno
follaje y verde pastos, después de las severas heladas y nieves del invierno, y
la cruda atmósfera y el viento salvaje y las tempranas lluvias de la primavera.
Porque los retoños brotan en los árboles y las flores en los jardines. Porque
los días se vuelven largos, el sol nace temprano y se pone tarde. Porque
semejante alegría y júbilo externo de la Naturaleza es el mejor acompañante de
nuestra devoción a Aquella que es la Rosa Mística y Casa de Dios.
Alguien
podría decir, «cierto, pero a menudo el tiempo es desapacible en el inclemente
mayo». Nada que objetar, pero aún así, nadie puede negar que al menos sea el
mes de la promesa y de la esperanza. Aunque el tiempo sea malo, es el mes que
inicia y preludia el verano. Sabemos, que aunque mayo sea desagradable, el buen
tiempo llegará tarde o temprano. Como dice el profeta, el esplendor y la
belleza «corre al cumplimiento y no fallará, si tarda espérala, porque en
verdad ha de acaecer, no se retrasará».
Mayo
es el mes, si no de la consumación, al menos de la promesa, ¿no es este el
sentido en el que más propiamente recordamos a la Santísima Virgen María, a
quien dedicamos el mes?
El
profeta dice: «un vástago saldrá del tronco de Jesé, una flor surgirá de sus
raíces». ¿Quién es esa flor si no Nuestro Señor?, ¿quién es el tronco, o el
hermoso tallo o planta de la cual crece la flor, sino María Madre del Señor,
María Madre de Dios?
Fue
profetizado que Dios vendría a la Tierra. Cuando el tiempo llegó a su plenitud,
¿cómo fue anunciado? Fue anunciado por el Ángel a María: «Salve, la llena de
gracia», dijo Gabriel, «el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres».
Ella era la promesa segura de la venida del Salvador, y por todo esto, mayo es
especialmente distinguido como su mes.
Cardenal
J. H. Newman, Meditations and Devotions, 1893.
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