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Pontevedra, 14 de agosto de 2007

Durante nuestra peregrinación, Javi Porro nos animó a reflejar, de alguna manera, todo lo que estabamos viviendo, sintiendo… Mientras duró la peregrinación, debo decir que no fui capaz de hacerlo, no era capaz de asentar todo lo que estaba viviendo y sintiendo, estaba tan revolucionada que me costaba centrarme. Pero ya de vuelta en casa, dejando reposar todo os envío este testimonio, me ha costado decidirme a enviarlo. Bueno… ahí va:
40+1 corazones, 40+1 ideas, 40+1 personas, 40+1 propósitos han viajado a Tierra Santa siguiendo unas huellas, buscando un camino: vamos a la búsqueda de un comienzo, unas raíces, una misión. ¿Por dónde empezar? … Por el principio, por María y en Nazaret.
Sin ella todo habría sido NADA, en la gruta de la Anunciación donde ella dijo Sí, donde el mundo cambió, sólo podía decir ¡Gracias y mil veces Gracias!, por tu Sí estábamos allí, yo estaba allí. Gracias, por tu Sí sin reservas, sin preguntas, sin explicaciones, por tu FE en el Señor, por tu humildad. ¡Madre, enséñanos a decírle Sí, a acatar su voluntad!
Tierra difícil y complicada; así nos lo hicieron saber dos hermanos franciscanos – de la custodia de Tierra Santa en Nazaret y en Jerusalén – gran lección de historia y vida cotidiana en esta tierra, abriéndonos los ojos a una realidad – que se ve muy cómoda desde el sillón de nuestras casas – pero dura y actual, la de la difícil convivencia, de situación siempre en precario, del hilo muy fino que puede romperse en cualquier momento y desgraciadamente por el lado más débil, por el lado cristiano, por ser minoría, ser tan solo un grano de arena entre dos culturas que luchan por tratar de imponerse, pero aún así: ¡Bendita Tierra!
Bendita y contradictoria Belén, allí donde nació el Hijo de Dios y rodeados de un muro de hormigón creado por el hombre, celebramos la mejor Nochebuena y Navidad, sin turrones, ni mazapán, ni pasas pero con algún dátil (que un larpeiro que conozco se zampaba con gran afán), y presidiendo en nuestra eucaristía en la Basílica de la Natividad, el Niño Jesús; yo lo llamo Mi Niño, porque me inspira toda la ternura del mundo, que algo tan pequeño, tan indefenso, que quieres cuidar y proteger, sea Él justamente el que nos cuida y nos protege y que sea en la Cruz donde explote ese amor de Dios hacia los hombres, el regalo de su propio Hijo, de Jesucristo.
Y en Belén recibimos otro regalo, inesperado pero maravilloso regalo! Poder compartir con la pequeña comunidad de católicos, la incorporación de un nuevo miembro a la gran familia de la Iglesia, poder compartir y celebrar el Bautismo de una pequeña – un tanto asustada ante tanta gente extraña que le cantaba y rezaba unida a su familia – nosotros que a veces celebramos este sacramento como una rutina, que lección de vida celebrarlo en verdadera comunión con otros, tan lejanos en el espacio pero tan cercanos en la fe y poder compartir la alegría de aquella familia que nos acogió con una generosidad y alegría abrumadora.
Fray Paco -un gran regalo que hemos recibido en este viaje – siempre nos decía que abriéramos los ojos del corazón, poco queda de la Jerusalén que el Señor pisó, pero creo que nos hizo sentirnos palmeros, yo estaba siguiendo y buscando los pasos del Señor, me decía: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!, dolerte el corazón – literalmente – al sentir la presencia del Señor por la ciudad – aunque de cristiana tiene poco – y sentirte pequeña en Getsemaní reconociendo – que como los apóstoles – he llegado a dejar solo al Señor en algún momento, que me he dormido, que no he sabido o querido aliviar su sufrimiento, quizás concentrada en el mío propio.
Aun así, el Señor nos sale al encuentro, aunque no lo reconozcamos; en el Emaus de nuestra vida, el Señor se nos ofrece, se nos muestra, nos acompaña y nosotros no sabemos verlo, muchas veces tenemos el corazón tapado por unas gafas de sol tan oscuras que no nos dejamos deslumbrar por la Luz de Señor.
Hoy un día después de regresar, intentando reposar y saborear todas estas vivencias, me he dado cuenta que me siento tocada y hundida – como en el juego – pero no tirada al fondo sino muy reconfortada, tranquila y esperanzada, por eso Señor déjame que pueda decirte – casi como San Pedro en el Tabor ¡Señor que bien se está en Tí!
Elena Morlán

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1 comentario

Anónimo 21/08/2007 - 14:45

¡Precioso tetimonio!(por cierto, Elena,felicidades por tu santo que fue el día 18).
Es estupendo hablar con la gente que ha ido a Tierra Santa y también leer testimonios como este del viaje…
Al contar vuestra experiencia, nos transmitís a los que no hemos ido, algo marvilloso (o al menos a mi). Siento que, aunque no he ido, he estado allí. Es algo que no puedo explicar. Es genial.
Me alegro mucho de que hayas vuelto fortalecida! Además, lo transmites! =D
Animo a otra gente que ha ido también al viaje, a que escriban su experiencia porque, quién sabe, quizás pueda ayudar a alguien!!
Un abrazo!
LuCía

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