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Es verdad que cuando estás en calle, no ves los frutos inmediatos, no sabes si esas personas a las que has parado se habrán encontrado fuertemente con Dios esa noche, si habrán ido a verle a la Iglesia. Lo que sí ves son las caras de sorpresa ante tal afirmación: “Jesús vivo te está esperando esta noche en la Iglesia de San Pedro”. Y sorprendentemente no te encuentras con una cara de indiferencia, ni de rechazo (son pocas las veces) sino todo lo contrario. Es como si les dieses una noticia que les interesa mucho, como si agradeciesen que alguien les hablase tan valientemente de ese hombre que es Jesús, del cual tienen tanta sed. Su nombre es poderoso. Por eso puedo decir con certeza, yo que tenía algunas dudas, que todas las personas, ¡todas!, tienen necesidad de Jesús, y todas, ¡todas!, están DESEANDO que alguien les hable de Él, con alegría, con convicción. Veo sus caras rendidas cuando sienten que a Jesús les importa la vida de cada uno de ellos, que son importantes para Él, que son amados. Y muchos, muchos de ellos, quieren seguir allí contigo, tienen preguntas, quieren que les hables: “A ver, como es eso, dime, explícame”.
Alguien cercano me ha dicho: “María, me parece muy bien todas esas cosas religiosas que haces, sabes que te respeto, pero eso de ir evangelizando por la calle no lo veo.” Y yo digo que sí lo veo, lo veo porque lo he visto con mis propios ojos. Están sedientos de Jesús.
¡Gracias Jesús! Porque al final del día allí recibí más de lo que esperaba. ¡Gracias! Por esa alegría y ese convencimiento de que tú estás vivo, tan vivo que sigues pasando por las calles de nuestras ciudades, como antaño lo hacías en Galilea. Y qué alegría da saber eso.
El pasado 20 de diciembre decidí ir a una Luz en la Noche en Lugo. Pensé que no me vendría nada mal, yo también necesitaba encontrarme con Jesús esa noche. Así que para allá fui. Jesús nos llamó a cada uno, por nuestro nombre, nos envió. A mí me llamó para salir a la calle. Y dije: “aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”. Iba con mucha fe, totalmente segura de que Jesús estaba vivo y de que esa noche nos iba a sorprender por las calles de Lugo.
Es verdad que cuando estás en calle, no ves los frutos inmediatos, no sabes si esas personas a las que has parado se habrán encontrado fuertemente con Dios esa noche, si habrán ido a verle a la Iglesia. Lo que sí ves son las caras de sorpresa ante tal afirmación: “Jesús vivo te está esperando esta noche en la Iglesia de San Pedro”. Y sorprendentemente no te encuentras con una cara de indiferencia, ni de rechazo (son pocas las veces) sino todo lo contrario. Es como si les dieses una noticia que les interesa mucho, como si agradeciesen que alguien les hablase tan valientemente de ese hombre que es Jesús, del cual tienen tanta sed. Su nombre es poderoso. Por eso puedo decir con certeza, yo que tenía algunas dudas, que todas las personas, ¡todas!, tienen necesidad de Jesús, y todas, ¡todas!, están DESEANDO que alguien les hable de Él, con alegría, con convicción. Veo sus caras rendidas cuando sienten que a Jesús les importa la vida de cada uno de ellos, que son importantes para Él, que son amados. Y muchos, muchos de ellos, quieren seguir allí contigo, tienen preguntas, quieren que les hables: “A ver, como es eso, dime, explícame”.
Alguien cercano me ha dicho: “María, me parece muy bien todas esas cosas religiosas que haces, sabes que te respeto, pero eso de ir evangelizando por la calle no lo veo.” Y yo digo que sí lo veo, lo veo porque lo he visto con mis propios ojos. Están sedientos de Jesús.
¡Gracias Jesús! Porque al final del día allí recibí más de lo que esperaba. ¡Gracias! Por esa alegría y ese convencimiento de que tú estás vivo, tan vivo que sigues pasando por las calles de nuestras ciudades, como antaño lo hacías en Galilea. Y qué alegría da saber eso.
María Herva