No sé que fue antes, si el huevo o la gallina. Bueno si que lo sé, lo primero fue mi encuentro con Cristo y todo lo demás viene después. Digo esto porque soy catequista, pero soy catequista gracias a Una Luz En La Noche y gracias a eso, al hecho de estar todos los domingos hablándoles a los niños de Jesús, salí con confianza y tranquilidad para realizar Una Luz En La Noche.
Nunca pensé que fuera a ser una noche tan movida con lo que llovía, pero la gente no paró de acercarse a la Peregrina, no recuerdo estar más de 5 minutos sola. O estaba acompañando a gente al altar o estaba recibiendo a la gente en la puerta. Fue como muy fácil, las palabras salían, el ambiente era bueno…
Quizá lo más difícil es acompañar a gente que ya conocen la actividad, que ya has coincidido con ellos otras veces y que podrían sentirse un poco incómodos. Pero fue sencillo. Recuerdo mis primeras luces en la noche en acogida siendo un poco torpe, que si la vela la doy antes o después, si tengo que hacer una serie de preguntas… ¡Cuando todo es mucho más sencillo! Solo es disponerse y ayudar a esa persona a hacer esa oración que tiene en su interior, es presentarla ante Jesús y al tiempo rezar por esa misma intención.
Esa noche me encontré a gente con muchas dudas, gente decidida con su oración, gente que se acercó y haciendo el pasillo se dio cuenta de que en realidad se estaba alejando…
¿Y yo que puedo decirles en ese caso? Creo que soy más bien torpe, pero yo también he sido cada una de esas personas en algún momento de mi vida. Quiero decir, yo también tengo mis dudas, yo también me he alejado, pero a pesar de todo eso, en ese momento estaba ahí escuchándoles, animándoles a seguir. Y Jesús estaba ahí, en el altar, esperándoles, como también esperaba que yo hiciera la actividad y pudiera sentir la necesidad que tienen los demás de Él e hiciera de su testimonio mi propia oración personal.