El Papa aboga por una “cultura vocacional capaz de leer con coraje la realidad tal como es”

por obradoiros


Insta a no tener miedo de las “inevitables lentitudes y resistencias del corazón humano”

(J. B./RV).- Una nueva “cultura vocacional”, que sea “capaz de leer con coraje la realidad tal como es, con sus fatigas y resistencias”. Esta es la clave de futuro de la Iglesia. Así lo resaltó el Papa Francisco esta mañana a los 800 participantes en un congreso de Pastoral Vocacional de la Conferencia Episcopal italiana.
En un discurso improvisado, Bergoglio hizo suyo el lema del simposio: “Levántate, ve y no temas. Vocaciones y santidad: yo soy una misión”, subrayando la necesidad de volver a llevar a las comunidades cristianas la belleza “de estar enamorados de Dios“, sin ocultar los defectos, pero reconociendo los signos de belleza del corazón humano.
La cuestión vocacional es uno de los ejes del próximo Sínodo de 2018, titulado “Jóvenes, fe y discernimiento vocacional”. Y es que, para el Papa, “la prioridad de la pastoral vocacional debe ser no la eficiencia, sino la atención al discernimiento”. Razón por la cual pide que se arroje luz sobre las potencialidades más que sobre los límites. E invita a que se privilegie el camino de la escucha.
Porque quienes están comprometidos en la misión de acompañamiento vocacional deben tener pasión para ocuparse de vidas que son “como cofres” que contienen un tesoro valioso, por lo que se debe tener “gran respeto“, buscando la felicidad de cuantos han sido encomendados a su atención.
Además, Francisco hizo suyas las palabras de Benedicto XVI acerca del profundo extravío que vive la juventud de hoy. De ahí que, para ser creíbles, sea necesario “privilegiar la vía de la escucha”; saber “perder el tiempo” a la hora de acoger los interrogantes y los deseos de los jóvenes.
En cuanto al hecho de “ser una misión permanente”, el Pontífice reafirma que el testimonio sólo logra persuadir si se sabe relatar la belleza del hecho de estar enamorados de Dios. No desorientados por las solicitaciones exteriores, sino reavivar la frescura del “primer amor”.
En una palabra, sentir no sencillamente que se tiene una misión, sino repetirse a sí mismos: “Yo soy una misión”, es decir, “ser misión permanente”. Y esto, naturalmente, requiere audacia y fantasía, ganas de ir más allá, haciendo memoria de las muchas historias de vocación. Porque como escribe el Papa, es el mismo Señor quien invita a los llamados a no tener miedo de salir de sí mismos para convertirse en don para los demás. Ir más allá de los temores que paralizan el deseo de bien, con la infinita paciencia de volver a comenzar.
De modo que se necesita una pastoral con “horizontes amplios” y con “un respiro de comunión” para ser “centinelas” capaces captar la llegada de un nuevo amanecer sin tener miedo de las “inevitables lentitudes y resistencias del corazón humano”.

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