La austeridad ante el consumismo, una educación no solo de conocimientos, evitar la competencia entre generaciones
(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 19 Jun. 2017).- El papa Francisco llegó por la tarde de este lunes, a la basílica de San Juan de Letrán, donde abrió el Congreso eclesial de la Diócesis de Roma, que este año tiene el lema: “No los dejémos solos – Acompañar a los progenitores en la educación de los hijos adolescentes”.
Como primera cosa les invitó a ‘pensar en romanesco’, o sea en ‘idioma local’, porque “la vida de las familias y la educación de los adolescentes en una gran metrópoli como esta, exige en su base una atención particular”, dijo, porque “no es la misma cosa educar o ser familia en un pueblo que en una metrópoli”, sin decir que una sea mejor que otra, sino diversas. Sin olvidar experiencias como “la distancia entre casa y trabajo, en algunos casi dos horas para llegar, la falta de relaciones familiares cercanas debido a que uno se tuvo que mudar para encontrar trabajo o para pagar alquiler, viviendo siempre ‘contando los centavos’, para llegar al final de mes, con un costo de vida más caro, porque en los pueblos es más fácil arreglarse”.
Estar conectadosSeñaló también la falta de tiempo suficiente para conocer los vecinos en donde vivimos; y en muchos casos tener que dejar los hijos solos…”. Y los invitó a “no tener miedo de caminar por el barrio y pensar cómo dar impulso a un acompañamiento para los papás y los adolescentes”.
En movimientoRecordó que vivimos en una “sociedad líquida” o sea “desraizada”, donde viven personas y familias que “van perdiendo sus relaciones, aquel tejido tan importante” que permite “participantes con los otros a un proyecto común”. Y advirtió que ese desarraigo puede pasar “a la vida de nuestros hijos”. Y cuando no hay memoria ni raíces, “cualquier viento puede arrastrarlos” dijo. Invitó así a generar relaciones, encontrar raíces, hacer crecer esa red vital que permita sentirse ‘en casa’.
Una educazione integrataAdvirtió también que muchas veces “se exige una excesiva formación en algunos campos que consideramos importantes para su futuro”, sin dar la debida importancia “a que conozcan su tierra, sus raíces, privándolos del conocimiento de los genes y de los santos que los generaron”. Invitando también a educar el corazón, los sentimientos y las manos.
Evitar una competición adolescentes – adultosAsí elogió los ‘laboratorios intergeneracionales de la diócesis y sus espacios dedicados a los abuelos. Porque los jóvenes no solamente estudiando idiomas, sino “conociendo sus raíces podrán volar alto”, contrariamente “serán tomados por las visiones de los otros”.
No faltó una referencia al querer parecer más jóvenes, y no aceptar la propia edad. Recordó a la artista italiana Anna Magnani que cuando le ofrecieron una cirugía estética, dijo que no, porque sus arrugas se las había conquistado durante muchos años.
Subrayó que “la adolescencia no es una patología que debemos combatir. Es parte del crecimiento normal, natural de la vida de nuestros jóvenes”. Invitó por ello a “proponerles amplias metas, grandes desafíos y ayudarlos a realizarlos”. Por ello “no hay que dejarlos solos, desafiémoslos más de lo que ellos nos desafían”. No dejemos que “el vértigo” lo reciban de otros” sino que nosotros debemos incentivarlos.