El arzobispo compostelano dice que la Puerta de la Misericordia se cierrra “como símbolo”, pero que queda “siempre abierta la Puerta que es Cristo”
Recuerda que “a mensaxe cristiá non aparta aos homes da edificación do mundo nin os leva a despreocuparse do ben alleo”
“La Puerta de la Misericordia como símbolo se ha cerrado pero queda siempre abierta la Puerta que es Cristo que nos llama a vivir en santidad y justicia todos los días de nuestra vida”. Así lo dijo hoy en la catedral compostelana el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, en la Eucaristía solemne con la que se clausuró en la Diócesis el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia. El arzobispo recordó que “muchas han sido las personas que han pasado por la Puerta de la Misericordia, acercándose al Señor para hablar con Él en la celda interior de su alma y vivir la experiencia de su misericordia para ser misericordiosos como el Padre celestial, siendo testigos del amor misericordioso de Dios en la familia, en la sociedad, en el mundo de la cultura y en la profesión laboral”.
Una solemne ceremonia en la basílica compostelana puso fin el domingo 13 de noviembre, al Jubileo Extraordinario de la Misericordia en la Diócesis de Santiago. Antes de la Eucaristía se procedió a cerrar la Puerta de la Misericordia. La procesión litúrgica se encaminó por la Puerta de Platerías y la Plaza de la Quintana hacia la Puerta de la Misericordia. Todos fueron entrando por ella y, por la derecha de la girola, se encaminaron en línea recta hacia el Pórtico de la Gloria. El último en entrar fue el arzobispo.
Monseñor Barrio, vuelto hacia la Puerta, acogió con las manos las dos hojas de la Puerta que iban empujando dos acólitos, hasta cerrarla por completo. Cerrada la Puerta de la Misericordia, la procesión se dirigió al altar, donde los acólitos entregaron al arzobispo la bandeja con la llave de la Puerta de la Misericordia.
En su homilía, monseñor Barrio dijo también que “a Igrexa quere que pensemos na nosa salvación. Nunha sociedade como a nosa na que queremos xestionar todo tipo de seguridades ante calquera evento, o futuro preocúpanos porque ninguén é dono nin da historia nin dos acontecementos que a xestan e escriben. Pero isto non nos debe levar a vivir nunha permanente desazón, a non esperar nada nin a crer en ninguén. Jesús tranquilízanos fronte aos agoreiros que anuncian calamidades sen fin”.
Y evocando el Concilio Vaticano II, el arzobispo indicó que “traballemos tanto na Igrexa como no mundo, día e noite. “A mensaxe cristiá non aparta aos homes da edificación do mundo nin os leva a despreocuparse do ben alleo, senón que ao contrario, imponlles como deber facelo”.
Fuente: archicompostela.es