Queridos diocesanos:
Con este lema “Sal de tu tierra”, la Iglesia nos llama en la Jornada Misionera Mundial a revitalizar nuestro compromiso misionero, sabedores de que “cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”[1].
Domund: jornada de misericordia y de caridad
Todas las comunidades cristianas de nuestra Diócesis han de sentir la necesidad de colaborar en la actividad misionera eclesial que es una gran obra de misericordia. El Papa en su Mensaje para el Domund de este año considera que esta jornada es la oportunidad para que “todas las ofertas de las diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos eclesiales de todo el mundo sirvan para auxiliar a las comunidades cristianas necesitadas y para fortalecer el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra. No dejemos de realizar también hoy este gesto de comunión eclesial misionera”. El Domund es jornada de misericordia y de caridad. Conscientes del agradecimiento que debemos manifestar por el don de la fe que hemos recibido, hemos de sentir también la exigencia de salir de nosotros mismos, de nuestros límites geográficos y de la propia comunidad para poner al servicio de los demás lo que hemos recibido y que da sentido a nuestra existencia. “Id y predicad el evangelio a todas las gentes”: este mandato es un deber de fraternidad y de solidaridad.
Salir de nosotros mismos
Ya los días previos al cónclave el Papa había dicho: “Evangelizar para la Iglesia supone salir de si misma. La Iglesia está llamada a salir de si misma e ir hacia las periferias no sólo geográficas, sino también las existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de todas las miserias”. Son muchas las personas que todavía no han oído hablar del amor y de la misericordia de Dios. Esta realidad nos tiene que inquietar. Esto es más urgente dada la situación de crisis humanitaria que estamos viviendo y que se manifiesta en las guerras, injusticias y violencias que está padeciendo el hombre de nuestros días en el mundo. “Los misioneros, dice el Papa, saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia puede traer alegría y reconciliación, justicia y paz”. Así lo intuía el profeta Isaías cuando escribió: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: Tu Dios reina!” (Is 52,7).
Fiarnos de Dios y confiarnos a Él
No podemos salir de nuestra tierra y de nosotros mismos, sin fiarnos de Dios y de su Palabra, y sin confiarnos a Él como hizo Abrahán, la Virgen María y los apóstoles, y como están haciendo tantos misioneros, mujeres y familias que dejándolo todo han ido a la tierra a dónde el Señor les ha indicado a través de la Iglesia. Oigo comentar a veces que no son pocas las necesidades que en este sentido también tenemos aquí, pero seguramente siempre serán menos que las que tienen otras personas de otros continentes. Es urgente animar las vocaciones misioneras que el Señor nos ha dado y pedirle que siga mandando obreros a su mies. Una Iglesia diocesana viva se manifiesta también en ese espíritu misionero que rompe nuestra inercia, pasividad e inmovilismo. En la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro el papa Francisco dijo: “Quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos”.
Exhortación final
Hagamos cordialmente memoria del apóstol Santiago el Mayor que llegó hasta nosotros para traernos el mensaje de Cristo, y manifestemos nuestro agradecimiento a todos los misioneros y misioneras, y a todas las personas que les acompañan en el compromiso de anunciar el Evangelio, asegurándoles nuestra oración, ayudando económicamente según nuestras posibilidades y apoyando las vocaciones misioneras. Es siempre actitud misionera salir al encuentro de los demás para anunciar a Cristo. ¡Seamos generosos material y espiritualmente!
Os saluda con afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.
[1] FRANCISCO, Evangelii gaudium, 20.