Carta Pastoral en el Día del Seminario.
Queridos diocesanos:
La celebración de la solemnidad de san José nos trae también a la memoria el día del Seminario, llamándonos a intensificar nuestra oración por las vocaciones al ministerio sacerdotal. Conscientes de que somos humildes jornaleros en la viña del Señor, como dijo el papa emérito Benedicto XVI, hemos de pedirle que envíe trabajadores a su mies. La oración es el mejor medio para agradecer el pasado y pedir lo que necesitamos en el momento presente.
Es mucho el esfuerzo y grande la disponibilidad de los sacerdotes de nuestro presbiterio que agradezco. Pero no es menos cierto que no podemos dar respuesta a todas las exigencias de la pastoral diocesana. Ya no es posible que todas las comunidades parroquiales puedan tener la celebración de la Eucaristía dominical. Esto conllevará que, siguiendo la reflexión hecha en el Sínodo diocesano, debamos hacer la planificación oportuna aunque hemos de seguir pidiendo que el Dueño de la mies nos envíe jóvenes dispuestos a acoger la llamada al sacerdocio.
“Cerca de Dios y cerca de los hermanos”
“Cerca de Dios y cerca de los hermanos” es el lema que este año da luz a nuestra reflexión sobre la figura del sacerdote quien no está entre Dios y los hombres, entre el cielo y la tierra, sino que administra a los hermanos las cosas de Dios, como instrumento y servidor del Evangelio a través del ministerio profético, sacramental y pastoral. En el Prefacio de la Misa Crismal leemos: “Él, Pontífice de la Alianza nueva y eterna, no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, ha elegido a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de manos, participen de su sagrada misión. Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención y preparan a tus hijos el banquete pascual donde el pueblo santo se reúne en tu amor, se alimenta con tu palabra y se fortalece con tus sacramentos”. El sacerdote no es un ser extraño, desenraizado y forastero entre los hombres. Es un ser como los demás. De él se puede decir lo que comentaban de Jesús sus paisanos: ¿No es este el hijo de tal y de tal? (cf. Mc 6,2-3). Esto se manifiesta como motivo de confianza y de alegría, y no de escándalo como así lo percibían los de Nazaret en relación a Jesús. “Elegido de entre los hombres”, significa que el sacerdote ha sido creado como toda criatura humana: con los deseos, las zozobras y las inquietudes de cada hombre. Precisamente por su condición humana está en condiciones de compadecerse de aquellos que viven en la ignorancia y en el error porque también él está sujeto a debilidad. También el Hijo de Dios quiso asumir nuestra condición humana para estar cerca de los que debía salvar. Sabemos que “no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, menos en el pecado” (Heb 4,15). En este sentido el sacerdote debe ser humano y solidario cuando predica la Palabra, administra los sacramentos y rige a la comunidad con la caridad pastoral.
La ordenación sacerdotal, comienzo de una nueva existencia
“Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y así dan testimonio constante de fidelidad y amor”, se proclama también en el Prefacio de la Misa Crismal. La ordenación sacerdotal es el comienzo de una existencia nueva como servicio, como don para los demás en las cosas que hacen referencia a Dios; un servicio que alcanza a la dimensión más profunda del hombre como es su relación con el absoluto, con lo eterno, con Dios, sabiendo que todo el hombre, alma y cuerpo, está destinado a la vida eterna. San Francisco de Asís ponía como ideal del sacerdote ser alguien que administra espíritu y vida, la vida que viene del Padre, se nos revela en Cristo y se nos da gracias al Espíritu Santo.
Exhortación final
Queridos diocesanos, el sacerdote quiere no que sintáis lástima de él sino que os alegréis con él, que deis gracias a Dios por él, que recéis por él y que le apoyéis con vuestra cercanía y afecto. Pidamos por las vocaciones al ministerio sacerdotal y ayudemos económicamente a nuestros Seminarios Mayor y Menor con la generosidad que os sea posible, colaborando también de este modo a la mejor formación humana, intelectual, espiritual, comunitaria y pastoral de nuestros seminaristas, a quienes ponemos bajo el patrocinio del Apóstol Santiago, de San José y de María, Reina de los Apóstoles.
Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela