Este año arrancábamos con un mail con el siguiente mensaje: ¡GRAN NOTICIA! ¡POR FIN TENEMOS CAMPAMENTO!
El haber estado parados durante la pandemia no nos quitó las ganas y es más cuando llegó la primera semana de Julio del 2020 todos sentíamos la nostalgia y la rabia dentro de nosotros por no poder compartir ese tiempo nuestro con los chavales como años anteriores.
Muchas veces, como padres, apuntamos a nuestros hijos a los campamentos sin pensar en todo lo que hay detrás: monitores que reservan vacaciones para poder estar con vuestros hijos, adolescentes que aún en exámenes están preparando todas las actividades para que los niños lo disfruten muchísimo, muchas horas de trabajo para que todo salga perfecto que brota desde el corazón. Del corazón de todos y cada uno de los que hemos conformado y conformamos el equipo de monitores; un equipazo del que me siento muy orgullosa y feliz de formar parte.
Cuando digo que la entrega nace del corazón es que es así, porque es fruto de la Gratitud que sentimos por ser hijos de Dios y por ello nos entregamos a los demás porque Él se nos entrega día a día. Cuando las cosas se planifican con la cabeza se usa el filtro del miedo (porque solo en la mente existe el miedo), pero cuando planificamos con el corazón, se hace con la gratitud más profunda y así fue como con todas las medidas de seguridad planificamos este campamento.
Reuniones online, grupos pequeños para preparar el material y sobre todo mucho cuidado los días previos para poder disfrutar del campamento con todas las medidas de seguridad. Se lo debíamos a ellos, a los niños que estaban esperando ansiosos ese reencuentro con sus amigos y con Dios.
Para entrar en detalle del campamento os dejo dos testimonios; dos monitoras que estuvieron, una con adolescentes, y la otra con los más pequeños (de primaria). Fue una experiencia tan increíble que todos ya estamos planificando el siguiente.
Y antes de pasar a los dos testimonios quisiera AGRADECER con mayúsculas a: el equipo entero de monitores, a los dos sacerdotes y a la religiosa, a las cocineras, a los padres que un año más confiasteis en nosotros y sobre todo a los niños que un año más dieron lo mejor de ellos e hizo que la experiencia como siempre valiera la pena.
¡Nos vemos el año que viene! ¡Quién sabe cuántas más aventuras nos esperan!
Patri (directora del campamento)
Campamento de verano
superhéroes y amistades
divididos por patrullas
nos juntamos y actuamos…
Así empezaba la letra de lo que se convirtió en la canción del primer campamento diocesano en 2018 y tres años después con una pandemia de por medio volvíamos a sentirla nuestra, aunque esta vez los superhéroes no eran de ficción, sino que eran cada uno de los niños, familiares, monitores y responsables que habían trabajado para que estas amistades que se forjan en Porto do Son siguiesen creciendo.
Una de las medidas que hubo que tomar fue separar los campamentos en adolescentes y niños y la verdad es que al final resultó todo un acierto porque así pudimos adaptarnos mejor a las necesidades de cada uno de los que se inscribieron.
La verdad, es que la semana prometía ser algo mágico y no solo porque la ambientación de este año estuviese basada en Harry Potter, había preparadas toda una serie de juegos y dinámicas con el fin de conocerse entre ellos, a sí mismos y su relación con Jesús. Hicimos varitas, gymkhanas, jugamos al quidditch, hicimos pulseras de la amistad, caminamos, aprendimos canciones, y todo esto en unos días un poco atípicos porque al final de cada jornada nos íbamos cada uno a casa.
Pero el campamento no quedaba aquí, el fin de semana los adolescentes nos alojábamos en A Tarela, un espacio nuevo que no tardamos en hacer nuestro y en el que además contábamos con una capilla en la que podíamos disfrutar también con EL MEJOR de nuestros amigos. Allí vivimos tres días como si fueran dos semanas. Fue un momento crucial para hacer grupos, en este momento ya todos sentían que pertenecían a sus casas de Hogwarts, incluso los de Ravenclaw que al principio no parecían muy emocionados…
A lo largo del fin de semana, el mal tiempo no determinó la alegría de los adolescentes que siempre estaban dispuestos a colaborar, siendo responsables con las medidas y poniendo siempre la mejor de sus sonrisas, aunque lo que les esperase fuese acabar pringados de harina o de pintura… Pero el campamento, como todo, llegaba a su fin, lo que dejo caer alguna que otra lagrimita después de aquellos días tan intensos y emocionantes. Sin embargo, lo mejor de esto, como monitora, es ver la ilusión de cada uno de ellos por crecer, por intentar convencer a todos los posibles que siguiesen participando en actividades de la diócesis como Lifeteen para poder seguir viéndose, o cuando los más mayores dan un salto y quieren convertirse en futuros monitores.
En definitiva, esto es lo bonito del campamento y de la Iglesia, que como decía Migueli estemos donde estemos, siempre somos una familia dispuesta a “Armar la de Dios”.
M. Alejandra González (Monitora de adolescentes)
El campamento diocesano de niños al igual que el de adolescentes comenzó el día 28 de junio. La temática de esta semana era El mundo de Harry Potter , con la cual nos apoyamos para enseñar distintos aspectos de la religión como es la Eucaristía o el perdón De Dios. Si tuviera que definir el campamento en una palabra sería alegría, pues mirases a donde mirases siempre veías a niños y niñas riendo y disfrutando los unos de los otros. Alegría, pues, aunque el tiempo atmosférico no fuera de nuestra parte, tanto los acampados como los monitores veían la oportunidad de hacer cosas distintas a lo planeado, lo cual nos demostraba una y otra vez que aunque todo estuviera planeado al milímetro los planes de Dios son siempre mejores que los que pensamos en un principio.
El campamento constó de cinco días urbano y el finde semana en unas instalaciones en Porto do Son (Arnela). A lo largo del día había diferentes actividades como gymkanas, misa o juegos como el quiddtich, y al finalizar el día (los dos de acampada) se organizaban veladas con juegos como el Romel y Montgomery, o una Adoración para los niños. El último día se organizó un “Tú sí que vales” donde cada patrulla organizaba una actuación, ya sea baile o canción o teatro. Esta actividad demostró la empatía y el compañerismo de todos, pues la patrulla de Hufflepuf a lo largo del fin de semana se quedó con pocos integrantes y de los niños de Slythering salió el querer unirse con esta otra patrulla para que no tuvieran que enfrentarse al concurso siendo tan pocos, y así fue y ganaron, no solo por el teatrillo que lograron hacer, sino también por todos los valores que como monitores quisimos inculcar y mostraron con sus compañeros.
Como está historia podríamos contar muchas, pero nos eternizaríamos. En definitiva, el campamento diocesano de niños es un lugar de aprendizaje de valores esenciales, un lugar de amor y respeto y sobre todo de alegría.
Gadea González (monitora de niños)