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El 15 de Diciembre de 2018, ese frío y lluvioso sábado, se celebró en Pontevedra Una Luz en la Noche, una gran activad evangelizadora, que se llevaba haciendo ya desde hace tiempo.
Cuando nos enviaron un mensaje para avisarnos de todo esto me alegré y, como siempre que pude, me apunté. Así como hubo ocasiones en las que, a medida que avanzaban los días, me arrepentía de haberme inscrito, esta vez estaba más convencida de que había hecho lo correcto y de que sería una gran noche.
Caminaba apresurada por la calle pensando: ¿Cómo se hacía la actividad con aquél tiempo? ¿Quién se acercaría a comprobar aquella loca invitación que se les haría por las calles con semejante temporal? Llegué tarde (ninguna novedad en mí), y eso que tenía la responsabilidad de dar el testimonio inicial, pero todavía no habían empezado. No estaba nerviosa, sino con muchas ganas, de escuchar, de formarme, de orar y, al fin de al cabo, de prepararme, no solo para aquellas posteriores intensas e increíbles horas, sino también para mi día a día; porque si algo tengo claro de todo esto es que, centinela no se es una noche. Anunciar a Jesús, acoger a las personas y rezar por la evangelización no es tarea sólo de una noche, sino de cada día.
Con esto presente, comenzamos: primero tuvimos la enseñanza impartida por Javi, en donde nos quiso dejar claro que era fundamental que dejásemos de ser cristianos de masa y pasar a ser cristianos de verdad, en particular, tener nuestro propio encuentro con Cristo; y también nos recordó que para Dios no somos uno más, sino únicos, que nos quiere y quiere estar con cada uno de nosotros, y que nos llama a cada uno por nuestro nombre a una misión concreta que sólo Él sabe.
Al terminar la breve enseñanza tuvimos un rato de oración, y seguido de un descanso vinieron los talleres. Yo escogí el de veteranos, y tengo que decir que me encantó!! En él, Laura nos invitó, después de leer y trabajar el relato bíblico de Jn 1, 19-24, a que nos presentáramos nuevamente ante los demás centinelas siguiendo aquella manera tan original de hacerlo que tuvo Juan Bautista; así que, después de un tiempo de preparación, lo hicimos. Yo me presenté diciendo eso de lo que, a día de hoy, sólo estoy totalmente segura, eso que me gustaría que todos sus hijos supieran (por eso decidí participar), que es que soy Hija de Dios. Esa hija que ha estado siempre en la casa de su padre y que ha podido disfrutar siempre de su cariño y de todo cuánto me ha ofrecido (como aquel hijo mayor tan afortunado que aparece en la parábola del Hijo Pródigo).
Después de este regalo tuvimos la cena, y acto seguido ya nos dirigimos al Santuario de la Virgen de la Peregrina. Ya no había dudas de qué pasaría por culpa del temporal, Dios lo había hecho todo perfecto, pues en ese momento la noche se volvió mucho más tranquila de lo que nosotros habíamos planeado. Preparamos la iglesia para que todos aquellos que entrasen sintieran de verdad que aquella es su casa, y para que cuando vieran a Jesús supieran que sólo Él es el verdadero centro de todo.
Tuvimos unos minutos de oración ante el Santísimo y, cogidas ya todas las fuerzas, recibimos el envío; poco después ya estábamos listos para comenzar. Esta vez salí con Fer a la calle, y David intercedía por nosotros. Estaba muy ilusionada y con muchas ganas de compartir a un Jesús Vivo, un Jesús que viene a romper esquemas, capaz de cambiar vidas y, sobre todo, un Jesús que quiere amar.
Pero pocos pudieron recibir la ansiada invitación de Jesús, que les esperaba allí en la Peregrina, ya que el tiempo anterior había dejado secuelas y muchas calles, por momentos, se encontraban totalmente vacías; a pesar de ello, algunos sí que se enteraron de todo esto y, aunque ninguno parecía satisfecho con la propuesta, nosotros estábamos muy contentos de llevar a cabo la misión que Dios nos había encomendado.
Al finalizar, regresamos al santuario y, tras agradecerle a Jesús todo lo que había hecho y comenzado a hacer aquella noche, nos dirigimos a los locales de la parroquia de Santa María (en donde habíamos estado alojados toda la tarde) para poner en común todo lo vivido. Como os dije, yo ya estaba contenta, pero cuando las personas que estuvieron en la iglesia nos contaron que se sorprendieron con la respuesta a aquella invitación (pues sí hubo personas que quisieron encontrarse con Jesús) me puse más contenta todavía; qué bien lo había hecho todo Dios!!!
Acabamos pronto, y con la misma nos marchamos; aunque, como ya dije antes, eso no termina aquí, sino que continúa cada día.
Pero eso sí, siempre dependerá de Dios y nunca de nosotros.