Es la primera vez que voy a una JMJ pero la experiencia en otras cosas me ha enseñado que es mejor no esperar nada, estar abierto a todo y dar gracias a Dios por cualquier cosa que te ocurra, sea buena o mala.
Supongo que aun me queda hacer balance de muchísimas cosas que me guardaré para mí, pero he vivido tanto estos días que no sé si una vida será suficiente para agradecerlo. No puedo quejarme de nada, he visto a Dios por todas partes, en tantas personas, en tantas situaciones…

Esa sensación de llegar a un hogar y que te hagan parte de él nada más entrar por la puerta, que te den la libertad de hacer lo que quieras porque “estás en tu casa”, de que te den total confianza sin pedir nada a cambio. Sólo fueron unos días con cada una de las familias, pero se han ganado un hueco enorme en mi corazón. Es cierto que a veces el idioma podía parecer un impedimento, que éramos distintos en cuanto a algunas costumbres… pero había algo mucho más grande que nos unía, Dios estaba entre nosotros. Estaba allí cuando nos preparaban la cena y el desayuno, estaba allí cuando venían a recogernos al “meeting point” aunque fuera demasiado tarde para ellos y ya debieran estar durmiendo, estaba allí cuando no sabían cómo decir algo pero me sonreían con ternura, como si fuera una hija más… simplemente, Dios estaba. No pude tener más suerte con todos vosotros y Le doy gracias constantemente por ello.







Macarena Palacios Fragoso