Testimonio III ULELN – 11 de junio

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Era la primera vez que me tocó estar como responsable del Ministerio de Intercesión. Preparando la charla de repaso para los centinelas, buscando en los Evangelios una vez más el estilo de Jesús, me topé en cómo rogó al Padre por los discípulos que enviaba al mundo, para su protección y rogaba por las personas que iban a conocer por medio de los discípulos a Dios. Eso me ayudó realmente a encontrar también mi enfoque de la noche a la hora de hacer mi propio rato de oración. 
A los centinelas que les toca el ministerio de Intercesión, se les encomienda orar por una de las parejas de la calle. Pero yo no tenía propiamente asignado por quien orar, sino por toda la ULELN, es decir, por los propios centinelas de intercesión, por los de acogida, por los de calle, por la gente con la que se iban a encontrar sembrando fe, por la gente que se iba a encontrar con Jesús realmente vivo en el altar al entrar esa noche… Y yo, que acabo de atravesar una serie de baches en mi vida, sinceramente me veía sin fuerzas para hacerlo. Creía que iba a ser una noche larga y tediosa, y que iba a estar descentrada durante todo el tiempo que duraba la actividad.
Una vez más, le dije al Señor: “Échame una mano porque yo sola no puedo”. Se abrieron las puertas de la Iglesia y… ¡Sorpresa! entra un grupo de gente que estaba ya esperando para acercarse a Jesús. No me resultó difícil encontrar fuerza para orar por esas personas que acababan de entrar y por los centinelas que les acompañaban en su camino al altar. Al marcharse el primer grupo, no me resultó difícil orar por los centinelas que intercedían, para que no desfalleciesen en su misión de orar por las parejas de la calle. Al pensar en las de la calle, me fue fácil enlazar mis oraciones con toda esa gente que de camino a una fiesta escucharían el anuncio de que Jesús les espera. Fue entonces cuando me di cuenta: iba a poder concentrarme en orar por los demás, no porque yo sea fuerte y sea capaz de olvidarme de mis problemas, sino porque cuando se le pide ayuda a Jesús, Él siempre nos sostiene.
Durante las dos horas que la iglesia permaneció abierta, entró mucha gente para encontrarse con Jesús. En ocasiones, de camino al altar había incluso una fila, esperando para acercarse. Muchos de ellos hicieron una oración escrita (que fue entregada en el altar para que oren por esas intenciones en el convento de las Clarisas de Cantalapiedra) e incluso algunas de esas personas quisieron confesarse. Fue una noche donde además de sembrar se recogió. Una gran noche de evangelización. Un gran regalo de Dios para esta última ULELN del curso 2015/2016.
 
Silvia Moure 





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