Dios me está mirando ahora mismo, lo sé. Con una mirada entre pícara y tierna me está haciendo una pregunta de la que ya sabe la respuesta, pero él quiere que la diga yo. Me pregunta:
– ¿Qué te ha parecido mi regalo, el viaje por el norte de España que con tanto cariño te he preparado pensando en ti?
Se sonríe y espera mi respuesta, y no dejará de mirarme hasta que se la diga. Yo, como un tontito mirando al piso, sonriendo también porque le adivino la intención, le digo:
– Fue maravilloso, fue hermoso, fue perfecto, Señor… Como todo lo que sale de tus manos. Gracias, Padre.
Y al decir tales palabras, al reconocer su bondad y su amor, algo se sana dentro de mí, las dudas se acallan y las distracciones internas cesan por un momento para que entre la quietud y la paz que causa el saber que Dios sí responde, sí transforma, y todo lo hace nuevo. Y es que esa era su intención con este viaje, convencerme una vez más de que todo tiene un sentido, un porqué, pues no hay dolor ni maldad ni sinsentido que no sean superados por su cruz y transformados en gloria para Él y amor para sus hijos.
No sé si me lo crees pero esto que escribo es realmente lo que ha significado este viaje para mí. La brújula de mi alma ha hallado nuevamente el norte. He encontrado respuestas decisivas y signos contundentes que me hacen reconocer que ha sido la voluntad de Dios la que me ha traído hasta este lugar y este momento, y que cada decisión que he tomado fue inspirada por el Espíritu Santo, llevándome a cruzar un océano enorme que no solo era de agua sino de dudas, dejando atrás una etapa de mi vida, recogiendo de ella todo lo bueno que podía entregarme.
¡Y venga, que comience otra etapa! Otro capítulo de esta trama vital complicada y accidentada que me ha lanzado a este inesperado desenlace: España, a la que ya empiezo a amar y que me va abriendo los brazos para que le corresponda con cariño su bienvenida y su acogida. Solo unos cuantos meses aquí y sus Santos y Mártires me han recibido en sus casas, me han hablado al corazón, me han entregado su mensaje, su ejemplo y su victoria… pero también sus fracasos y frustraciones. En fin, me pusieron en las manos y en el corazón todo lo que en ellos hay de humano y de divino, e inevitablemente ya no soy el mismo, porque en sus luces y en sus sombras hallé fuerzas nuevas; respuestas que lo han puesto todo en una nueva perspectiva; razones que, cansado de buscarlas, aparecieron frente a mí cuando menos loesperaba.
Lo veo claro: las vidas de estos santos, sus sangres derramadas, la fe y el amor que los moldeó según los deseos de Dios, no son historia muerta y lejana, es fuerza viva y transformadora que no muere nunca y que traspasa los años y los siglos para hacerse presencia viva y actual que vuelve a llamarnos y atraernos a Dios; y nosotros, magnetizados por esa fuerza de atracción y cansados ya de oponer resistencia, no podemos más que dejarnos mover como el metal hacia el imán, como la aguja de la brújula hacia el norte.
¿Qué decir entonces ante este magnánimo regalo que ha sido esta ruta? Solo gracias, gracias y gracias. A Dios por su bondad y sabiduría. Al padre Javier por hacer todo esto posible. A todos los que colaboraron y trabajaron por llevarlo a buen término. Sé muy bien que Dios sabrá premiarlos por su gran corazón. Y un agradecimiento muy especial a los más de cincuenta chicos que aceptaron el reto de buscar y encontrar un nuevo norte: por todas sus sonrisas, el cariño y el amor que me dieron durante ocho días de completa felicidad junto a ustedes, les estaré siempre agradecido. ¡A todos los quiero un montón!
Toda gloria y honor al Amor de los amores, por los siglos de los siglos. Amén.
fr. Víctor Hugo López