“LOS PLANES QUE DIOS TIENE PARA TI, SON MEJORES QUE LOS TUYOS”. Con esta frase comenzaba mi JMJ, abierto a escuchar a Dios, a encontrarme con Él y a que me indicara el camino. Sinceramente, esperaba unas indicaciones mucho más claras, algo así como un videojuego en el que vas pasando niveles y llegas a la meta. Sin embargo, si algo he aprendido en estas dos semanas es que no existen los caminos rectos: hay curvas (y muchas) antes de llegar a la meta; incluso, a veces, tienes que desviarte del camino que habías emprendido para alcanzar la recompensa que estabas esperando. Pero a pesar de las curvas y dificultades que se presentan en el camino, Él siempre está ahí. Siempre había creído en la Divina Providencia, pero Dios ha estado más presente que nunca; incluso cuando hacía llegar situaciones que parecía que no quería vivir, pero rápidamente me mostraba los motivos por los cuales había puesto aquello, que parecía un obstáculo, en mi camino y que de un momento a otro se había convertido en una oportunidad.
Comenzaba esta JMJ en un bus con más de 40 desconocidos, con lo que iba a pasar las próximas dos semanas y con los que, en teoría, iba a vivir la mejor experiencia de mi vida. En este caso, la teoría sí fue aplicable. En pocas horas, los desconocidos se convirtieron en compañeros de camino y de experiencias. Muchos de ellos se convirtieron en personas de plena confianza, personas con las que poder hablar de la misma forma que lo hacía con mis amigos de la infancia. Creo, sin dudas, que este es el gran regalo que me llevo de la JMJ: las personas. Fue también a través de las personas como descubrí la grandeza de la Iglesia en estos días, y no sólo en cuanto a números (que también), si no que era impresionante como una fe y una persona podían reunir en un mismo lugar a más de millón y medio de personas, muchas de ellas desconocidas, que habían venido desde la otra punto del planeta con un fin común al resto: celebrar la fe de los jóvenes.
El mensaje del Papa tuvo dos puntos muy importantes: la Iglesia abierta y los jóvenes sin miedo. El primero, es muy necesario en nuestra sociedad, cambiante constantemente. Es un encargo que el Papa nos hace a todos los jóvenes: asegúrense de que si alguien no tiene sitio, lo tenga. Y el segundo: los jóvenes sin miedo. Esta frase fue la que más me impactó, pues está relacionada con uno de mis versículos favoritos: “No tengas miedo, simplemente ten fe”. Sentí en ese momento que el Papa me estaba hablando a mí, que me estaba mandando un mensaje; un mensaje que nos quería hacer llegar a todos: NO TENGAN MIEDO, DIOS ESTÁ CON USTEDES.
Escribo esto unos días después de volver a casa, con resaca emocional por todo lo vivido, por la falta de esas personas que ya se habían vuelto imprescindibles y con todo lo aprendido aún asentándose. Ahora toca seguir viviendo la fe, cada uno desde su parroquia y desde su realidad, sin olvidar nunca lo vivido estas dos semanas.
Brais Alonso