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PROFANACIÓN Y DESAGRAVIO
Estos días se ha dado a conocer la triste noticia de que mientras muchos nos preparábamos con alegría y devoción para celebrar la fiesta de Corpus Christi –el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo– otros optaron por profanar la Capilla Universitaria ubicada en el Campus Sur de la Universidad de Santiago de Compostela.
“Profano” se utiliza habitualmente en contraposición de “sagrado”, porque etimológicamente profanus es lo que hay fuera del templo, y el templo es sagrado. Dicho esto, una profanación o la acción de profanar tiene que ver con el uso indebido de lo sagrado, con la irrupción violenta en un espacio destinado a la oración y a la celebración de la fe.
Toda profanación es mala en sí misma, pero hasta en el mal hay grados. Insultar a alguien está mal, pero mucho peor es matarle. Dentro de esa escala del mal, lo peor es el trato indigno contra la Eucaristía. Y la razón de esta gravedad extrema radica en que en este Sacramento el Cuerpo de Cristo está real y sustancialmente presente. Un acto de estas características solo puede ser fruto de la falta de conocimiento de los sujetos sobre qué significa para un creyente la Eucaristía y el daño que le provoca su profanación o –sabiéndolo– estén cegados de manera irracional por una ideología que les lleva a odiar y a atentar contra los que profesan su fe en Cristo o contra aquello que los representa.
Los lugares sagrados (iglesias, capillas, etc.) quedan violados cuando, con escándalo de los fieles, se cometen en ellos actos gravemente injuriosos que revisten tal gravedad y son tan contrarios a la santidad del lugar, que en ellos no se puede ejercer el culto hasta que se repare la injuria por un rito penitencial a tenor de los libros litúrgicos (cf. CIC, 1211).
Por ello ante un acontecimiento de estas características está prevista la oración pública que se ha de hacer en caso de grave profanación de una iglesia (cf. Ceremonial de los obispos, 1070-1092). Esta oración litúrgica tiene un carácter penitencial y comúnmente se conoce como acto de reparación o acto de desagravio. Es decir, una celebración para restaurar o devolver la normalidad y pureza que existía antes de su profanación.
Los ritos previstos para reparar una ofensa cometida contra la iglesia debe ser realizado preferiblemente con la celebración de la Eucaristía, aunque también se puede llevar a cabo durante una liturgia de la Palabra.
El rito puede realizarse cualquier día del año, excepto en el Triduo pascual, los domingos y en las solemnidades. Las vestiduras deben ser de color morado por el carácter de la celebración y esta debe ser presidido por el Obispo, acompañado de sacerdotes y fieles que se suman en la oración.
La celebración puede comenzar con una procesión desde otra iglesia u otro lugar determinado para dirigirse de manera procesional (mientras se entonan las letanías de los santos) hacia la iglesia que ha sido profanada. La otra opción es no hacer esta procesión. En todo caso, se omite la reverencia inicial al altar, el cual debe estar completamente desnudo. El obispo se dirige directamente a la sede y, después del saludo inicial y una oportuna monición bendice el agua para asperjar al pueblo en memoria del bautismo y para purificar el altar y las paredes del lugar profanado. Esta parte concluye con la oración colecta.
Para la liturgia de la palabra deben seleccionarse los textos que propone el Leccionario de la Misa por el perdón de los pecados. Después de la homilía se omite la oración de los fieles si al comienzo de la celebración ya se cantaron las letanías de los santos. En este momento se viste el altar, se adorna con flores y se encienden las velas. El obispo lo besa y continúa la celebración como de costumbre, incensando las ofrendas y el altar.
Después de la comunión, donde se profanaron gravemente las especies eucarísticas, omitidos los ritos finales, se expone solemnemente el santísimo sacramento. Durante el tiempo de adoración se pueden recitar o cantar alabanzas al santísimo u oraciones de desagravio.
Esta celebración debe unirnos en un profundo amor a Jesús sacramentado, el cual nos dice: “amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen” (Mt 5,44), por ello es una buena ocasión para rezar por la conversión de los que han llevado a cabo la profanación de esta capilla e invitar a los fieles a hacer vida la oración de san Francisco:
¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oscar Valado
Os dejamos aquí un vídeo que ha hecho el mismo Oscar para que lo compartas: