Hch 4,32-37
En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de os apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno.
José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa Consolado, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.
Píldoras de Resurrección: Hch 4,32-37
En el Libro de los Hechos hay pasajes en los que no pasa nada concreto y al mismo tiempo pasan muchas cosas, como el que leemos hoy en la primera lectura. Es lo que técnicamente se llaman “sumarios”, es decir, resúmenes. De vez en cuando, hay una pequeña anécdota que los concreta como lo que se dice de Bernabé al final pero sobre todo están pensados para contarnos lo que era normal y habitual. Lo ordinario, no los hechos concretos y, a veces, extraordinarios. Y precisamente por ello son importantísimos.
En este tiempo en el que la rutina nos hace olvidarnos en qué día vivimos, recordarnos esto es tremendamente necesario. Así que te lanzo una primera pista que te puede ayudar a darle vueltas a esta primera lectura de hoy: ¿Cómo estoy viviendo yo la rutina de estos días? ¿Y la de cada día, incluso fuera de la cuarentena?
Es más, uno podría preguntarse (segunda pista): ¿Soy capaz de buscar a Dios (y encontrarlo) en lo ordinario? ¿O estoy esperando que suceda el milagro del milenio y se abran los cielos y aparezca una voz y me diga: «SOY DIOS»?
Y la última pista tiene que ver con lo que era lo ordinario para aquellos primeros cristianos de los que nos habla hoy la lectura: ¿Cómo vivo, en la práctica, mi relación con los bienes y con mis hermanos? ¿Qué va primero en mi lista de prioridades?