PILDORA DE RESURRECCIÓN: Juan 6, 44-51

por Depasxuventude
Juan 6, 44-51


Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final. En los profetas está escrito: “A todos los instruirá Dios”. En efecto, todo el que escucha al Padre y aprende de él viene a mí. Al Padre nadie lo ha visto, excepto el que viene de Dios; solo él ha visto al Padre. Ciertamente os aseguro que el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros antepasados comieron el maná en el desierto, y sin embargo murieron. Pero este es el pan que baja del cielo; el que come de él no muere. Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre. Este pan es mi carne, que daré para que el mundo viva.


Jesús continúa con el discurso del Pan de Vida. Parece llamativo que en este tiempo en que no podemos acercarnos a una iglesia ni recibir el Cuerpo de Cristo, la Palabra de Dios nos insista en este tema. La verdad es que solemos valorar más las cosas cuando las perdemos.
1. “Él ha visto al Padre” qué importante es ser conscientes que Jesús es quien nos ha revelado el rostro del Padre de forma plena. ¿Por qué decimos que el Padre es misericordioso o bueno o nos ama? Porque Jesús nos lo ha revelado, nos lo ha dicho. Jesús ha dado un rostro a Dios, es más, no sólo eso, sino que siendo Él mismo Dios se ha hecho de nuestra condición, ha abrazado nuestra humanidad. Me gustaría que hoy comenzaras la oración con un corazón agradecido, dándole gracias por ello.
2. “El que coma de este pan vivirá para siempre” es una pasada descubrir que el Cuerpo de Cristo es prenda de vida eterna. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que al comulgar aumentamos nuestro deseo del cielo, de la vida eterna, que es nuestro destino último. Qué poco pensamos en esto, ¿eres consciente de que estás llamado a la vida eterna? ¿A vivir unido a Jesús por toda la eternidad?
3. “El que coma de este pan vivirá para siempre” esto también indica que al comulgar nos unimos a Cristo, que está a la derecha al Padre, a la Virgen, a los santos, a toda la iglesia del cielo. Cuántas veces nos hemos acercado a Jesús con rutina, desgana, cansancio. S. Francisco de Asís decía que si se encontraba con un ángel y un sacerdote juntos iría primero a besar las manos del sacerdote pues nos trae el cielo a la tierra cada día. No sé si lo sabías, pero él nunca llegó a ordenarse sacerdote, murió como diácono, pues se sentía indigno de serlo.

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