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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.»
Hoy Jesús nos promete el Espíritu de la Verdad, y nos promete que cuando él venga nos lo explicará todo.
Cómo nos gustaría saberlo todo y tener respuesta para todo, no tener ninguna dudas de fe y huir de nuestras oscuridades. Estoy convencido de que este es un deseo que va apareciendo a lo largo de tu vida.
Lo cierto es que la fe no es clara, que muchas veces reina la oscuridad en nuestro corazón, que no sentimos la presencia de Dios y pensamos que nos ha abandonado. ¡Cuántas veces no has vivido esto! Esto forma parte de nuestro camino de discípulos y seguidores de Jesús.
Pero sin embargo Jesús te promete su Espíritu que habla en tu corazón y te va explicando todo. San Agustín lo llamaba el *maestro interior* que susurra en el alma de cada cristiano y lo va conduciendo a la verdad plena.
Hoy te animo a invocar al Espíritu Santo, con los primeros versos de la secuencia de Pentecostés:
Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.