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Jn 13,16-20
Os aseguro que el siervo no puede ser mayor que su amo; ni el enviado, superior a quien lo envió. Si comprendéis estas cosas y las ponéis en práctica seréis dichosos. No me refiero ahora a todos vosotros; yo sé muy bien a quiénes he elegido. Pero debe cumplirse la Escritura: El que comparte el pan conmigo se ha vuelto contra mí . Os digo estas cosas ahora, antes que sucedan, para que, cuando sucedan, creáis que “yo soy”. Os aseguro que todo el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí mismo, y al recibirme a mí, recibe al que me envió.
Con esto del final del confinamiento muchos estamos descubriendo “pequeños evangelios” en nuestra vida. Pequeños grandes regalos de Dios que a lo mejor estaban escondidos y ahora que hemos parado y hemos hecho silencio, de repente, nos los hemos encontrado ahí, mirándonos como sólo Él puede mirarnos: dones que no sabíamos que teníamos, una paz en el medio de toda esta tormenta, una relación nueva y diferente con la gente con la que convives… Sabemos también que esta buena noticia no es para callársela uno, es para anunciarla desde todos los sitios posibles. Y ahí a veces es donde nos entra también el miedo, la duda o la angustia. «¿Cómo yo voy a…? Pero mira que me van a decir que…»
El evangelio de hoy viene al paso de estas dudas que todos (sí, todos, incluso los curas) pasamos de vez en cuando. Porque no siempre es fácil hablar con parresía. Pero una y otra vez el Señor nos repite que no se trata de nosotros. Que no es a nosotros a quien anunciamos. Que llevamos algo que va más allá de nuestro ombligo. Y que es Él el que actúa, es de Él de quien de quien depende y es él quien se va a encargar de que todo vaya bien.
Quizás te ayude a profundizar en el evangelio de hoy pensar en algunas dificultades que hayas pasado por esto y ver cómo el Señor te ha ayudado. O pedirle al Señor por una situación de tu vida en la que te cuesta hablar sin tapujos de Él. Ponlo en sus manos. Ya verás como #TodoIráBien.