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Hch 15,1-8
Por aquel entonces llegaron algunos de Judea que trataban de imponer a los hermanos esta enseñanza: — Si no os circuncidáis conforme a la prescripción de Moisés, no podréis salvaros. Esto originó graves conflictos y discusiones al oponérseles Pablo y Bernabé. Se decidió entonces que Pablo, Bernabé y algunos otros * fueran a Jerusalén para consultar con los apóstoles y demás dirigentes acerca de este asunto. Provistos, pues, de lo necesario por la iglesia de Antioquía, atravesaron Fenicia y Samaría, refiriendo cómo también los no judíos se convertían, noticia esta que causó gran alegría a todos los hermanos. Llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, los apóstoles y demás dirigentes, a quienes comunicaron todo lo que el Señor había hecho por medio de ellos. Pero algunos miembros del partido fariseo que habían abrazado la fe intervinieron para decir: — A los no judíos debe imponerse como obligatoria la circuncisión, así como la observancia de la ley de Moisés. Los apóstoles y los demás dirigentes se reunieron en asamblea para examinar esta cuestión. Después de un largo debate, tomó Pedro la palabra y les dijo: — Sabéis, hermanos, que hace tiempo me escogió Dios entre vosotros para que anuncie también el mensaje de la buena nueva a los no judíos, de modo que puedan abrazar la fe. Y Dios, que conoce el corazón humano, ha mostrado que los acepta al concederles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros.
En cada casa, en cada familia, siempre hay alguien que nos cae mejor o que nos cae peor. Solemos poner el ejemplo de los cuñados, pero no siempre son ellos. Pero más allá de nuestras afinidades, sabemos que hay algo más profundo que nos une. Lo mismo ocurre con la gran familia de la fe. Estamos unidos no porque nos caigamos bien, porque seamos los mejores o porque nos divirtamos mucho juntos. No estamos unidos los unos a los otros, estamos unidos a Cristo y a través de él a los hermanos.
Cuando hacemos actividades de evangelización, como Alpha, solemos decir que venimos por la comida y nos quedamos por los amigos. Con el tiempo descubrimos que esa amistad se desarrolla de verdad y se convierte en algo más que unas conversaciones entretenidas o unas actividades interesantes, cuando descubrimos que somos uno con Jesús. No exactamente con estas palabras, pero decía Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento Focolar, que toda nuestra vida cambia cuando nos damos cuenta y hacemos experiencia de que Jesús está en medio de nosotros (cf. Mt 18,10) y vivimos en consecuencia. Entonces se vuelve fértil de verdad.
¿Vives tus amistades así? ¿Te atreves?