105
Es difícil poner palabras a lo vivido en la peregrinación a Lourdes como voluntaria.
De los 3 intensos días podría destacar mil y una anécdotas y momentos vividos con los voluntarios y con los enfermos. Podría hablar de la cantidad de gente que había en el santuario, o de lo bonita que es la procesión de antorchas.
Pero lo importante para mi y lo que me llevo de Lourdes es a los enfermos, que me han acercado a Cristo.
Pero lo importante para mi y lo que me llevo de Lourdes es a los enfermos, que me han acercado a Cristo.
El último día cantábamos la canción “Color Esperanza” que tiene una parte que dice: “saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos a fuera” y para mi, eso fue Lourdes. Quitarse los miedos. Me descubrí superada por la situación porque entre otras cosas era la primera vez que hacía un voluntariado, y cuando así me reconocí, con tantos miedos y prejuicios, fueron los enfermos quienes me acogieron a mi, y me dejaron entrar en sus vidas. Ya no era yo la que hacía algo por los demás, sino ellos los que hacían algo por mi. Descubrí a Cristo en ellos, los enfermos, que me cogían de la mano, sonreían y bailaban conmigo; y entendí que aunque pareciese que no le estábamos dedicando tiempo al Señor, cada vez que tirábamos del carro e íbamos algún acto, además de estar orando con los enfermos, estábamos ofreciendo nuestro tiempo, nuestro esfuerzo y nuestro cansancio a Él. Nosotros los voluntarios, estábamos en Lourdes para vivir la peregrinación a través de los enfermos. El Señor se vale de las personas más insospechadas para mostrarnos su amor. Y puedo afirmar que efectivamente, a mi me sorprendió.
Y para terminar, me gustaría destacar a esos voluntarios, médicos, enfermeras, camilleros, hospitalarias, desde los más jóvenes (niños) hasta las más mayores (señoras nonagenarias), y por supuesto los sacerdotes que nos acompañaron en la peregrinación que son un ejemplo de entrega a los demás y te enseñan sobre la esperanza y la caridad.
Lourdes es una experiencia que hay que vivirla, hay que sentir esa paz, esa alegría y ese amor del Señor.
Y para terminar, me gustaría destacar a esos voluntarios, médicos, enfermeras, camilleros, hospitalarias, desde los más jóvenes (niños) hasta las más mayores (señoras nonagenarias), y por supuesto los sacerdotes que nos acompañaron en la peregrinación que son un ejemplo de entrega a los demás y te enseñan sobre la esperanza y la caridad.
Lourdes es una experiencia que hay que vivirla, hay que sentir esa paz, esa alegría y ese amor del Señor.
Iciar Camuñas