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Este año ha sido mi segunda peregrinación a Fátima, y ha sido espectacular. Me inscribí con muchas ganas de visitar a la Virgen y de dejarme sorprender por ella, y he vuelto muy contenta y con muchas ganas de llevarla conmigo. El ambiente de Fátima es algo especial, la gente va muy alegre. Me encanta ver a tantos jóvenes reunidos en un mismo sitio para ver a nuestra Madre, y me da muchísimas esperanzas para la Iglesia. Es muy motivador pensar que son 900 personas que luego vuelven a sus lugares de origen para dar testimonio y ser luz.
En mi equipo compartí con personas de distintas ciudades, y pienso que si todo el mundo viviese como vivimos en Fátima estos días, el mundo sería un lugar mucho mejor. La gente es súper generosa: te dan de su comida y de su agua, se preocupan por ti, se ríen contigo, y te dan palabras de apoyo. Algo que me ha parecido genial este año fue tener presente el espíritu de no quejarse, o ¨NQ¨, que nos ayudó un montón en nuestro equipo a estar alegres. Las reuniones por grupo me fascinaron, porque oí cómo viven la fe distintas personas, cada uno de un lugar distinto, y se abrieron a contar sus testimonios para ayudarnos entre nosotros. También ha reforzado en mi la noción de que cada persona está luchando sus propias batallas, y es muy bonito pensar que no estamos solos, sino que somos hermanos en la fe.
Un mensaje que me llevo es que hay que rezarle mucho a la Virgen y creer en el poder de la oración. Ella nos lo deja muy claro y nos pide que recemos el rosario por la paz del mundo y la salvación de los pecadores. Me da mucha paz pensar en esto, porque, aunque a veces parece que no podemos hacer nada o que somos incapaces, la Virgen nos dice que lo dejemos en sus manos, y que ella actuará.
Estos días han sido también un espacio para alejarme un poco de la rutina y olvidarme de la universidad, lo que me ha servido mucho porque a veces parece que las responsabilidades me consumen. Ir a Fátima me ayuda a ponerlo todo en perspectiva y recordar por qué hago las cosas, cuál es mi meta, y que tengo que poner el foco en Dios. Por eso, aunque nos hemos cansado con todas las actividades, para mi corazón ha sido un verdadero descanso, y me ha dado energía para volver a casa con muchas ganas de dar lo mejor.
Por último, lo más bonito para mí personalmente fue un momento de oración que tuve con la Virgen antes de la misa de consagraciones a María. Me sentí muy querida por Ella y que, a pesar de mi torpeza y de todos los errores que cometo, ella sigue creyendo en mí y quiere acompañarme en cada paso de mi vida. Entendí que hay muchas cosas que la Virgen me ha querido decir, pero no la he dejado porque he estado muy ocupada con mis cosas y no le he dado el tiempo que necesita a la oración, que es tan importante en nuestras vidas. Le he prometido hablar mas con ella y estar atenta para dejarme guiar.
Veronica Matos