El pasado 28 de octubre, empezábamos de una forma muy animada los ejercicios espirituales en Dorrón, anteriormente ya había hecho unos en esa misma casa, por eso cuando me enteré de que se repetirían allí la alegría fue inmensa.
A la mañana siguiente después del madrugón se podría considerar que los ejercicios empezaban oficialmente. En un ambiente de silencio y después de salir de la capilla, nos dirigimos a una de las primeras meditaciones, impartidas por Carlos (rector del Seminario Mayor de Santiago), todas y cada una de sus meditaciones fueron de gran ayuda. Gracias a ellas, pude reflexionar sobre mis actitudes diarias, y darme cuenta de que había cosas que no estaban bien, y que realmente no eran muy difícil rectificarlas y mejorarlas.
En estos ejercicios pude y tuve la gran suerte de conocer mucho más a Dios, e incluso a mi misma, de una forma muy sencilla, que puedo recordar diariamente.
En cada oración que hacía, sentía una gran conexión, como si simplemente estuviese hablando con un gran amigo de tú a tú, es algo que da mucha tranquilidad y comodidad.
El momento que más me gustó, fue la adoración a la cruz, que tuvimos la última noche. Había un clima de oración muy grande y creo que cada uno de nosotros nos sentimos especialmente emocionados.
Doy gracias a Dios por todo lo vivido y con la plena esperanza de que el año que viene serán igual o más reconfortantes que los de este año.