Me llamo Fátima y quería compartir con vosotros un pequeño testimonio de ESPERANZA a raíz de mi experiencia en Lisboa hace unos días.
Tengo 35 años. No es la primera JMJ a la que he asistido. Estuve en la de Madrid 2011 y en la de Cracovia 2016. Ambas experiencias reavivan en mí recuerdos de especial cariño. Desde enero de este año, recuerdo claramente como un domingo en misa Dios sembró en mi corazón el anhelo profundo de venir a JMJ este verano. Es como si una llamarada de fuego se encendiera en mi corazón, una llamarada de AMOR.
Las tentaciones y el desanimo no tardaron en aparecer: “¿Será lo más conveniente para mí a mis 35 años?”, “¿Irá gente de mi edad? “, “Ya estoy muy vieja para esto.”, “Ya no encajo.”, “Ya no merezco estar ahí” … El enemigo, como siempre, acechando e intentando destruir aquello donde ve valor, aquello donde ve AMOR del bueno, aquello donde ve a Dios.
Aún así, decidí seguir mi instinto y confiar en esa ráfaga de Amor que me colmaba el corazón. Investigué varias opciones y planes para ir. Conté mis días de vacaciones. Contacté a varias personas. Hacía malabares y nada parecía encajar: El enemigo seguía tentando. Me hacía sentir poco digna.
En paralelo, la vida, que ya llevaba siendo dura en los últimos años, se volvió especialmente compleja durante esos meses, hasta el punto de que, tras mi santo, el 13 de mayo, tomé la decisión de renunciar en mi trabajo y dejar Londres por 6 meses, la ciudad en la que llevo viviendo por más de 7 años. Creo que, en cierta manera, Dios lo hizo explotar todo para que yo tomara esa decisión. Mi objetivo: Darle espacio físico y de tiempo a Dios para escucharlo y hacer su voluntad. Para mí, esa decisión, era y es, un acto de Fe.
Aunque estaba muy certera de que esa decisión era la correcta, nada encajaba ya para la JMJ… No sabía si finalmente podría asistir a Lisboa o no. Así que pensé “Si es de Dios, Él me va a ayudar a que las piezas encajen al final”.
“Mi plan perfecto” de dejar Londres durante unos meses, que al principio me daba paz y parecía ir bien, se empezó a quebrantar pasadas unas semanas. Yo no entendía nada. Si lo estaba haciendo por Él, por qué de repente cosas que parecían providenciales se caían en el último minuto. ¿Estaba verdaderamente haciendo bien? ¿Estaba haciendo lo correcto? Las dudas y las tentaciones de nuevo. Y la JMJ, pues ni pensarlo ya. Hubo momentos en los que creí que verdaderamente no iba a poder llegar a Lisboa… El calendario no encajaba.
Sin embargo, Él sabía (y sabe), perfectamente lo que estaba haciendo. Lo que Dios quería es que confiara en Él de verdad y que se lo entregara TODO a Él. En el momento en que me di por vencida, solté las riendas y se las di a Él, todo se alineó y encajó: Encontré a personas para subalquilar mi habitación, me fui por la puerta grande en el trabajo donde creía que no me valoraban, y descubrí el amor y aprecio de todos los amigos que he hecho en Londres en los últimos años. Dios fue muy grande conmigo.
Tras un último día de trabajo lleno de emociones a flor de piel, una mudanza en 2 días y 2 noches con 4 horas de sueño, un cambio de vuelo por una huelga en el aeropuerto, un retraso en la hora de aterrizaje de un avión, y un bus nocturno el mismo viernes 4 de agosto, conseguí llegar a Lisboa el sábado 5 de agosto a las 5:30 de la mañana. “María partió y fue sin demora” porque la movía el Amor. Yo he sido como María en los últimos meses. Porque “EL QUE AMA, VUELA, CORRE Y SE ALEGRA”. A pesar de los obstáculos, del cansancio, de las tentaciones y de los desánimos, me movía ese AMOR que Dios lleva sembrando en mi corazón desde hace años y desde este enero en esa misa.
Esa vigilia y esa misa en el campo Tejo fueron para mí verdaderas fuentes de Agua. Mientras iba con unas expectativas muy bajitas (¿Qué me podría sorprender a mí ya?), Dios se encargó de hacerme sentir muy especial desde el primer minuto que llegué. A través de pequeños angelitos y conversaciones, lo primero que hizo fue recordarme cómo mi corazón es un tesoro de valor incalculable que merece ser tratado como tal, y que nada ni nadie es justificable para no tratarlo como tal, sea quien sea. Dios fue tan caballero que fue lo que primero me quiso recordar. Mi mensaje personal.
Seguidamente, todos los mensajes, tanto de la vigilia del sábado, como de la homilía de la misa del domingo, fueron auténticos bálsamos para mi corazón que venía agotado de Londres y de la vida. Parecían hechos todos para mí: Resplandecer, Escuchar y No Tener Miedo. Todos ellos unidos por el hilo conductor del AMOR: “Vas a ser luz cuando hagas obras de AMOR”, “Escucha lo que dice Jesús a tu corazón: Él te va a mostrar el camino del AMOR”, o “El que AMA no tiene miedo”.
Más que seguir con reflexiones personales, os invito encarecidamente a escuchar de nuevo las palabras del papa Francisco, porque Dios habla a cada uno de manera personal a través de sus mensajes.
Con este pequeño testimonio solo quiero dar GRACIAS a Dios por haber estado tan grande conmigo, y también animar a todas aquellas personas que por la edad o por los obstáculos de la vida a veces se pierden de estas bendiciones. NO DEJEIS QUE EL ENEMIGO LIMITE LOS SUEÑOS Y LOS ANHELOS QUE DIOS HA PUESTO EN VUESTRO CORAZÓN.
No se me podía haber ocurrido mejor manera de empezar este parón de seis meses que con esta JMJ. Ha sido un auténtico regalo del cielo. Me vienen a la cabeza las palabras que una muy buena amiga me dijo en Londres antes de irme: “Estoy emocionada por ti por ver lo que Dios va hacer en tu vida en los próximos meses”.
Fátima Abel