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La respuesta de Dios
Esta cuaresmentena me está dando la oportunidad de leer algún que otro libro que tenía pendiente, y así encuentra una buena excusa para procrastinar y dejar de lado apuntes, redacciones, TFGs…En concreto he estado leyendo el libro que recibí en mi cumpleaños allá por el 23 de enero de A.C. (Antes del Coronavirus). El libro se llama “Los cinco minutos de San Juan de la Cruz”, de la hermana Analuisa Cusán. Quería compartir una reflexión que aparece en el libro y que enlaza bastante bien con la situación de incertidumbre que nos toca vivir. Seguramente esta reflexión aparece en muchas otras obras y hayas llegado a ella sin mucha dificultad ni esfuerzo mental ya que, hasta cierto punto, es evidente, pero en mi caso no caí totalmente en la cuenta hasta que lo leí.
Pues bien, en estos momentos de dolor de la gente que se encuentra muy afectada por la crisis sanitaria, momentos de impotencia o enfado por el confinamiento, de miedo a lo venga también después, todos tendemos, creyentes o no creyentes, a preguntar, directa o indirectamente, el porqué de esta situación, porqué Dios permite esto, o qué sentido puede tener una situación así. Este tipo de preguntas han sido formuladas siempre en muchos momentos a lo largo del tiempo, tanto ante tragedias históricas y registradas, como ante dramas personales y de poca repercusión histórica.
Pues bien, no hace falta buscar más respuestas ni interrogar más a Dios, porque Dios ya ha respondido a estas y a todas las preguntas que se te puedan ocurrir hace ya más de 2000 años! Jesús fue la respuesta a todas las preguntas de la humanidad. En el episodio de la Transfiguración de Jesús (Lucas 9, 35) Dios declara: “Este es mi Hijo el elegido, escuchadle”. Ahí está la respuesta de Dios. Y, por tanto, sí Dios ya ha respondido, ¿qué sentido tiene pedirle que responda de nuevo a nuestros interrogatorios, si por un lado ya te ha respondido y por otro lado la respuesta que te dé va a coincidir con la primera dada?
Por tanto, no nos debe extrañar o enfadar el aparente silencio de Dios, ya que en muchos casos no tiene necesidad de manifestar su presencia más allá de las maneras habituales en las que continuamente lo hace, a través del legado de su Hijo, la Iglesia, movida por el Espíritu Santo que nos recuerda cada día cuál fue, es y será siempre, la respuesta de Dios.
Jesús Giráldez Martínez.