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Parece mentira, pero no tengo tiempo. Sí, sí, tal y como lo oyes. Te parecerá extraño, pero llevo intentando escribir estas líneas desde hace un par de semanas y al fin lo he conseguido. Supongo que estás igual y que a pesar de estar en casa y de tener aparentemente más tiempo que nunca es difícil encontrar momentos a solas con el Señor. Pero no todo es tan negativo como parece, al contrario, este tiempo está siendo un auténtico regalo, al menos para mí, y hoy te lo quiero compartir.
Cuando el jueves 12 de marzo nos dijeron en la Universidad que se cerrarían los centros porque se aproximaba el “dichoso virus” pensé: «¡Fantástico, empezamos antes las vacaciones!» pero a medida que pasaban los días me he dado cuenta de que vacaciones como tal… más bien poco. Los profesores se emocionan y piensan que el día en lugar de 24 ha pasado a tener 34 horas y como no quieren que nos aburramos, aparte de las clases online mandan, mandan y mandan más tarea. Da igual si no eres universitario, creo que ya entiendes lo que te quiero decir, porque tranquilo, que de este “dichoso virus” nadie se salva. Seguro que muchos lo habéis pensado, pero cuando me percaté de que la cuarentena coincidía con este tiempo de Cuaresma me dije: «¡Menuda coincidencia!» pero al verlo desde la fe, no es ninguna casualidad, es una gran Diosidencia e intentaré explicarte el porqué.
Sé que es triste ver tantas muertes diarias, ver como se truncan todos nuestros planes y proyectos para este tiempo, no poder abrazar a tus abuelos que estarán pasando esta cuarentena solos en casa… pero no todo son malas noticias. Seguro que en estos días has aprovechado también para ver alguna película que te morías de ganas por verla pero nunca tenías tiempo, o has aprovechado para terminar de leer ese libro que llevaba meses en tu mesilla de noche, o has podido tener por fin conversaciones de horas con personas que para ti son importantes… Gracias a este “dichoso virus” yo me he acercado más a la Virgen María y eso que no era una gran mariana pero Ella ha sabido decirle que sí a Dios, sin entender lo que le pedía. También me he dado cuenta que lo que de verdad importa en la vida no es lo que tengas o lo que valgas a los ojos de los demás, lo importante es el amor, son las personas, lo importante es Cristo.
Los primeros días me costó pensar que no podría volver a comulgar hasta sabe Dios cuando pero como me ha dicho una amiga: los sacramentos Dios los ha puesto en nuestra ayuda, pero realmente Él siempre está y en este tiempo nos podemos acercar al verdadero sentido de los sacramentos y lo que ellos esconden, el amor de Cristo. No quisiera extenderme pero este es el auténtico regalo de este tiempo y es auténtico porque no hay otro igual y más verdadero. Me sorprendió el viernes pasado escuchar la homilía del Papa Francisco y sentirme más que identificada con los apóstoles. Estaban asustados y un poco molestos, «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?», les daba la sensación de que a Jesús le daba igual. Reconozco que a veces me he sentido así, y a lo mejor en este tiempo tú también. Le preguntamos a Dios «¿No te importa lo que nos está pasando?» y sentimos que es indiferente a nuestros problemas. Pero no es así. Dios pone a prueba nuestra fe, es un tiempo de gracia, un tiempo de estar unidos al Señor y de confiar, nos invita a estar unidos a Él y a los hermanos, nos invita a la santidad. No porque lo diga yo sino porque antes otros lo han vivido y nos han demostrado que Dios siempre está y siempre vence, nuevamente, el amor de Cristo aparece.
Antes de acabar os contaré que hace un par de meses estaba viendo Instagram cuando me salió una imagen que no me dejó indiferente así que le hice una captura y me olvidé de ella. Estos días haciendo limpieza de todas las imágenes y vídeos del “dichoso virus” encontré en mi galería esta captura y me volvió a chocar fuertemente, entonces comprendí que el amor de Cristo siempre está, incluso si vives momentos de sequía e incomprensión, este amor siempre reaparece. Os la comparto para que me podáis entender:
Dios me ha llevado en esta cuarentena al desierto. Al igual que al pueblo de Israel, al igual que a Jesús… he necesitado este tiempo de desierto, estas semanas tan diferentes para redescubrir que Dios es un romántico, que es increíble el amor que me tiene y os puedo asegurar que me ha enamorado todavía más.
Estamos tan solo a unos días de celebrar el Domingo de Ramos, dar comienzo a la Semana Santa y no quiero vivirla impasible porque Dios igualmente quiere recordarme que volvería a morir las veces que haga falta por mí, que Él es capaz de resucitar lo que para mí ya está perdido y que su amor, reflejado cada día en la Eucaristía, no tiene límites. Los discípulos también vivieron encerrados un tiempo en el cenáculo, muchos santos y mártires igual, pero su amor a Dios era cada vez más potente. Este verano conocí a los mártires de Barbastro (por cierto, ¡fascinantes!) y ellos también estuvieron confinados muchos días, sus planes se vieron truncados, el Señor les puso también a prueba… pero todas estas personas de las que te hablo tuvieron a Dios presente, no decayeron y gritaron hasta el final: “¡Viva Cristo Rey!”. Hay una frase muy curiosa que dice el seminarista al principio de la película: «A veces el cielo nos manda una señal, no hace falta que sea una zarza ardiente» ¿No crees que este tiempo es una señal de Dios? Espero que tú también te hayas dejado enamorar y si todavía no es así no te preocupes, aún estás a tiempo. El amor de Dios sigue llamando a tu puerta, te está esperando y hay algo que te quiere decir. Escúchalo:
Susana.