“Anhelaba el encuentro con Jesús” – Camino desde Roncesvalles

por Depasxuventude


Son las vivencias y la reflexión sobre ellas las que determinan en una persona su visión del mundo y la interpretación de los hechos que ocurren en el medio; es por ello que ante un mismo fenómeno surgen visiones y experiencias dispares. El Camino de Santiago no se queda fuera de esta variabilidadcada peregrino que empieza su marcha lleva una maleta espiritual y experiencial distinta y ello condiciona el modo en que lo vive. 


Conviven durante largas etapas cristianos con personas que buscan el sentido de su vida, familias y pandillas hallando la comunión con ermitaños que huyen del mundo. Y todo esto caminando por las mismas sendas y durmiendo en los mismos albergues. Sin embargo, cada hombre que emprende su marcha a Santiago, sea cual sea la razón que lo mueva, acaba imbuida del mismo espíritu peregrino.

En mi caso, el motivo de mi peregrinación a Santiago fue múltiple: por un lado, después del curso universitario tenía ganas de pasar un mes diferente, conocer gente nueva y visitar lugares maravillosos; por otro, anhelaba el encuentro con Jesús. Tengo que reconocer que el Camino cumplió con creces estas expectativas y Dios descubrió en mí otros anhelos que desconocía. 

Se cumplió aquello de pasar un mes diferente, que más que diferente fue único; también se materializó aquello de conocer gente nueva, puesto que conocí personas que hoy son parte de mi círculo íntimo y otras que con sus conversaciones y testimonios enriquecieron mi visión del mundo, que ya digo, son las experiencias las que la nutren y determinan. No olvidaré las vastas llanuras silenciosas de la ancha Castilla madrugadora ni las piedras y sendas que son testigos de un pasado vivo.

Sin embargo, no fue eso lo que más me marcó de aquellos días, no. Lo que me llenó de paz y aún hoy me llena es la contemplación. En aquellos días el silencio y el rezo llenaban nuestras horas, el paso lento del caminante y el discurrir tranquilo de la naturaleza acompañaban mis pensamientos y, en definitiva, la paz y la belleza de la Creación me hicieron posible percibir lo divino y entrar en comunión con Él. Lo telúrico muestra en su belleza y su complejidad una prueba majestuosa de que Dios está presente en la Tierra y el contacto con sus criaturas, sobre todo la comunión con los hombres, nos devuelve la conciencia de hijos de Dios e imagen suya, animales divinizados. 

Puede que la propensión que genere el Camino de Santiago a la mística sea una de sus mayores virtudes, como yo mismo pude disfrutar. Karl Rahner, un importantísimo teólogo del siglo pasado, insistía en la necesidad de los cristianos del siglo XXI en experimentar la presencia de Dios, en ser místicos y no contentarnos con la superficialidad religiosa. Necesitamos silencio y contemplación para entrar en contacto con lo sobrenatural, y en el mundo de hoy son bienes escasos. Dejémonos seducir por Dios en el Camino: disfrutemos de la soledad y de la compañía, apreciemos los amaneceres y los atardeceres silenciosos, contentemos la mirada con los paisajes y lugares hermosos y llenemos nuestra memoria de las historias que nos irán contando en nuestra marcha.


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