Siguiendo con mi experiencia tan positiva del accidente, ahora me estoy encontrando con el desagradable mundo de los seguros, papeleos, peritajes y créditos. Honestamente creo que me hace falta un coche para el trabajo pastoral, y no hay que darle más vueltas. Todavía estaba pagando un crédito del coche anterior y ya se verá cómo se financia el nuevo.
Dándole vueltas a esto de los dineros, la austeridad y la pobreza, estoy releyendo un capítulo del libro de Slawomir Biela “Abrid de par en par las puertas a Cristo” (Editorial San Pablo) en el que habla de la pobreza evangélica como liberación de las ataduras.
Lógicamente “la pobreza evangélica no consiste en la indigencia material, contra la cual siempre hay que luchar. Es la libertad del corazón que, libre de ilusiones, puede elevarse sin ataduras hacia Dios, amándolo sobre todas las cosas (…) Necesitamos ver que todas las cosas y asuntos temporales en los que ponemos nuestros deseos, no son tesoros, son sólo bisutería falsa y basura”.
Slawomir Biela dice también que para poseer el Reino de los Cielos, es necesario ser pobre. “Podremos llegar a ser pobres de espíritu, ya en este mundo, si aceptamos voluntariamente la gracia de las purificaciones espirituales”. Esta idea me está dando mucha paz y me anima a saber aprovechar la ocasión extraordinaria que estoy viviendo.
Dios llama constantemente a la puerta de nuestra vida. Conoce nuestra debilidad y no se asusta. Nos va llamando gradualmente a través de diversos acontecimientos. “Seguir el camino de la pobreza no nos conduce forzosamente a perder las cosas, sino a apartar el corazón de ellas para que no nos esclavicen”. El haberme quedado sin coche e ir amontonando créditos puede tener una lectura muy positiva desde la fe. “El pobre de espíritu pone toda su esperanza en Dios, no en los bienes del mundo. Bienaventurados los pobres de espíritu… (Mt. 5, 3) porque ellos, al reconocer su total dependencia de Dios, se abren a su amor omnipotente”.
Cuando uno se va abriendo cada vez más a Dios, Él puede poco a poco ir quitándolo todo, y no sólo los objetos materiales. Conozco jóvenes que desde que descubrieron con fuerza al Señor en sus vidas, han ido perdiendo, por ejemplo, amigos. También “es posible que comiences a experimentar, en el contexto de las purificaciones, debilidad física, psíquica, menor resistencia al estrés o un cansancio permanente”. Y sentirse así no es malo.
Creo que el mayor obstáculo para nuestra unión con Dios no son nuestros pecados de debilidad, sino la imagen falsa de mi propio yo, que me lleva a creer en mí más que a buscar el apoyo en Dios. “Dios nos despoja lenta y gradualmente de las ilusiones y nos hace pobres. Nos va arrancando delicadamente del apego a los bienes materiales, a la posición social, a los éxitos obtenidos, a nuestras capacidades y talentos, a los amigos y familiares, para que podamos llegar a ser cada vez más libres para Él”.
“Sin embargo, no basta con el desapego de los bienes materiales, intelectuales y psíquicos. Para alcanzar la perla evangélica es necesario algo más. La llamada de Dios exige que te deshagas incesantemente de la ilusión de que tienes algún mérito delante de Él, de la ilusión de que, aunque delante de los hombres vales poco, ante Dios eres alguien grande, porque oras, confías, le eres fiel”.
Podemos caer en la trampa de vivir en la ilusión de que en la esfera espiritual uno es rico. “Mientras te sientas rico en la fe, la esperanza y el amor, mientras te consideres señor de tu oración y creas que tienes buena voluntad, no permitirás que Cristo, que está a tu puerta, entre en el reino de tu vida interior y actúe en él como Él quiera, no como tú quieres”. Por eso Slawomir Biela habla de la importancia de sentirse mendigo.
El mendigo espiritual experimenta que nada tiene y que continuamente necesita limosna: el don de la oración, de la fe, de la confianza… Y es curioso, pero así me siento yo a dos semanas del Campamento del Movimiento de Jóvenes de Acción Católica en el Monte do Gozo. Digo que es curioso porque así como lo del accidente del coche no me preocupa nada, lo de los créditos no me saca el sueño, y lo de los seguros y peritos, aunque es un rollo, no me afecta en absoluto… en cambio, lo de este Campamento de Formación no me deja dormir, me entristece y me duele…
Desde hace cuatro años que soy Delegado Episcopal para la pastoral con los jóvenes, y en muchos lugares escuché que era necesario un movimiento diocesano para los jóvenes, que había que ofrecer a los jóvenes un itinerario, que los chicos y chicas de confirmación se nos iban porque no había nada atrayente… Y cuando por fin se dan las circunstancias oportunas y se puede empezar a caminar, entonces hay un silencio aterrador ante la propuesta de conocer en la práctica el Movimiento de Jóvenes de Acción Católica. Me entristece esta aparente indiferencia de mis compañeros sacerdotes, como si esto fuera un tinglado mío personal…
También me duele que haya tantos “jóvenes ricos”: autocomplacientes en su relación con Dios y satisfechos con su compromiso eclesial… Me duele hasta las entrañas ver tanto sufrimiento y vacío en miles de jóvenes, mientras que algunos que han conocido el Amor de Dios se dediquen a mirarse espiritualmente el ombligo… Me duele ver jóvenes envejecidos: individualistas, cómodos y aburguesados, incapaces de tomar una decisión en su vida.
La verdad es que generalizar no es justo. Hay compañeros sacerdotes entregados, ilusionados y dispuestos a trabajar en equipo. Y también hay jóvenes comprometidos, entregados, capaces de compaginar estudios, oposiciones y trabajo… Conozco jóvenes que piden sus vacaciones en función de las actividades pastorales… Y hay algunos que entregan su tiempo, esfuerzo e incluso dinero para construir el Reino.
Pero soy yo quien tiene toda la responsabilidad del mundo de no haber sido capaz de consolidad un equipo diocesano de trabajo dispuesto a intentar sacar adelante este proyecto: el Movimiento de Jóvenes de Acción Católica. Por todo esto acudo a Dios mendigando su misericordia, necesito que me perdone y restaure interiormente. En el fondo siempre tengo la tentación de querer presentarme ante Dios con los deberes hechos como para recibir el pago correspondiente.
Y a pesar de todo este sufrimiento, estoy contento de que Dios me esté mostrando lo miserable y pobre que realmente soy. “Al comienzo del camino a la santidad, cuando la Luz de la verdad divina todavía no es demasiado intensa, uno suele ver mucho bien en sí mismo. Muchos se consideran tierra buena, capaz de dar fruto abundante. Después de algún tiempo comienzan a ver que son tierra de peor calidad, tal vez buena, aunque llena de cizaña. Más adelante, a medida que crecen en la vida interior, descubren horrorizados que son una tierra pedregosa, apenas cubierta por una delgada capa de tierra buena, es decir, de humildad. Hasta que al final llegan a ver que son una roca maciza, tierra en la que jamás ninguna semilla dará fruto, a menos que suceda un verdadero milagro de la misericordia Divina”.
Pido disculpas y perdón si alguien se ha sentido ofendido con alguno de los párrafos anteriores, pero no se puede seguir de brazos cruzados, ¡LA SALVACIÓN YA ESTÁ AQUÍ! Si sientes fuego en el pecho o un nudo en tu garganta o en la boca del estómago, te animo a que ahora también tú te presentes espiritualmente ante Dios y te ofrezcas a Él. Preséntate como lo que somos: mendigos espirituales, necesitados de confianza en su poder: “A Dios, que puede hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos, con ese poder que actúa entre nosotros” (Efesios 3, 20) Hoy me siento así: pobre en entrega a Dios e incluso pobre en buena voluntad.
De todas formas, si este Campamento de Jóvenes de Acción Católica, cuesta tanto sacarlo adelante, quizás sea porque de él pueden llegar a depender muchas cosas buenas para los jóvenes de la Diócesis y para nuestra Iglesia local.
“Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!”
Javi Porro
2 comentarios
Hola Javi Porro, aún recuerdo el día en que envié una nota de prensa a los periodistas invitándoles a una rueda de prensa de “Luis Guitarra y Javier Porro”. Y una docena de ellos me llamaron para preguntarme si era una broma o si había cambiado el día de los Santos Inocentes.
Bueno, a lo que iba. Estoy de acuerdo con lo que explicas sobre la pobreza material y espiritual. Pero no crees que nos estamos olvidando de esa pobreza material que también es importante? Hoy tenemos muchas cosas que no necesitamos, hoy estamos muy apegados a lo material, como desordenados en nuestros afectos. ¡Cuántas veces me enfado porque no me funciona el ordenador! Bueno, pues antes no tenía ordenador y era feliz, ahora me enfado porque no funciona.
A ver si me explico, la pobreza material es importante cuando sabemos renunciar a lo que no necesitamos y, a veces, a lo que necesitamos. Hay personas que no tienen que renunciar porque no pueden acceder a todas las cosas que hoy tenemos.
Y no se trata de ir mal vestidos, no se trata de viajar en burra en lugar de usar el coche, no se trata de utilizar la máquina de escribir en lugar del ordenador. Se trata de no poner nuestros afectos en todas estas cosas. Porque además, la pobreza espiritual es una pobreza interior, de no poseer nada, de que todo nos es dado por Dios.
Es un difícil hoy la coherencia, pero a eso somos llamados cada día. Ya puedo yo hablar de pobreza, de Evangelio y de entrega si de mi casa a mi trabajo voy en un Mercedes.
En fin, que el Señor nos ayude a ser sus pobres y a reconocer a los pobres de nuesta sociedad.
Como estaréis ya en el Monte do Gozo, espero que paséis unos buenos días y que nos podamos ver.
Silvia Rozas
Echamos de menos los artículos de ¡Ahí vamos! (o al menos yo!)
A ver si puedes escribir pronto, Javi. 😉
Lucía